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“La revolución de la no-violencia”, obras de Adolfo Pérez Esquivel en el Museo Evita

Por segunda vez en 50 años, el activista y premio Nobel argentino de la paz, Adolfo Pérez Esquivel, presenta en la Argentina sus obras plásticas en la exposición La revolución de la No-Violencia, que hasta el 29 de octubre ocupa la Sala Temporaria del Museo Evita, Lafinur 2988.

“En vez de pan, llegué con un lápiz y un pincel bajo el brazo”, bromea Pérez Esquivel en una recorrida con medios de prensa acerca del origen de esta faceta poco conocida, pero alimentada por su intensa y comprometida vida. Óleos llenos de colores, grabados, acuarelas, libros, cartas con el Papa Francisco y con Barack Obama recorren su trayectoria artística e invitan a explorar la profunda conexión entre la paz, la justicia y la resistencia activa.

De origen humilde, Adolfo nació en “La República de San Telmo”, pero recorría a diario La Boca donde su padre era pescador. “Pintábamos en el puerto e intercambiamos nuestras obras por sanguchitos y naranjina con los dueños de las cantinas. A veces subíamos al estudio de Quinquela Martín para verlo trabajar y comer tallarines. Caminito no es lo que era ahora, eran las vías del tren repletas de obreros que iban y venían. Allí vi el teatro callejero de Cecilio Madanes con escenografía de Raúl Soldi y conocí a Alfredo Palacios”. Como testimonio de esa época en la muestra se puede ver un grabado de él como canillita, su primer trabajo.

Los humildes, los refugiados, la masacre de Trelew, el Nunca más, el Holocausto, bocetos y estudios sobre murales, como el que está colgado en Cancillería sobre las Malvinas, son los temas que recorren las obras expuestas donde el eje está puesto en las personas y en América Latina. “Todo está relacionado. América Latina tiene una gran importancia en toda mi obra: los pueblos indígenas, los campesinos, los movimientos de mujeres y de jóvenes. Creo que hay una dinámica permanente de transformación en la vida de los pueblos y que éstos son constructores que deben recuperar su cultura”.

Para Pérez Esquivel es “importante leer lo que la gente escribe porque expresa la bronca”. Así se pueden ver en la muestra una serie sobre muros hechos en grabado con collage, donde recupera leyendas callejeras como “que se vayan todos”, “que la deuda la pague tu abuela”, «dale, flaco, queremos pan». “Hay muros más graves -reflexiona en la recorrida- que son los que están en el interior de cada uno y una. Los muros de las mentes”.

“Nos preocupa el negacionismo, la campaña de odio, porque una sociedad no se puede construir sobre el odio, sino sobre la verdad, la justicia, que es la democracia. Hay un negacionismo en aquellos que no quieren tener memoria. Y es la memoria la que nos ilumina el presente”, responde al ser consultado por el contexto actual.

“La democracia significa derecho e igualdad para todos, que no se nos mueran los niños de hambre y enfermedades evitables. Esto que Evita puso siempre como eje muy claro en su vida. Para mí, Evita tuvo mucho significadoporque ella apoyó a mi viejo que estaba ciego para que le den la jubilación. Y esto no tenía nada que ver con la propaganda sino con una sensibilidad humana. Si nosotros no tenemos amor por nuestro propio pueblo, todo lo que hacemos no sirve. Por eso uno reclama a la dirigencia política ética, responsabilidad y dignidad para estar al servicio del pueblo porque lo otro -el negacionismo, la violencia, el odio- es contra el pueblo. Por favor, que el pueblo no vote a sus verdugos”, se expresó.

Un montaje sonoro

Entrar a la sala de exposición del Museo Evita se asemeja mucho a ingresar al alma de Pérez Esquivel. Enseguida los sonidos rítmicos de la compositora Amanda Guerreña, su compañera de toda la vida que conoció en la Escuela de Bellas Artes, envuelven al público.

De frente, se ve el gran óleo “La última cena” de 2023, inspirado en la pintura de Leonardo da Vinci. “Yo no me trago esto que hizo Leonardo de que eran todos ‘machitos’”, dice el artista y enseguida marca cómo incorporó las figuras de María, María Magdalena y María de Betania a su versión del cuadro.

Los discípulos son “compañeros de caminada” del propio Pérez Esquivel. Así se pueden ver compartiendo el pan con Cristo al argentino Jaime Nevares, a Perico Peréz Aguirre de Uruguay, a Leónidas Proaño de Ecuador, al cardenal Paulo Arns de Brasil, a Hélder Cámara de Brasil, a Leonardo Boff, también de Brasil, a Monseñor Romero de El Salvador, a Méndez Arceo de México, a Arturo Paoli de Italia y al cardenal Angelini. Judas aparece sin rostro porque “hay tantos que no sabía a quién poner”, bromea el artista y marca que es el único que no come pan sino que lleva una bolsa con monedas de oro “del FMI, del Banco Mundial, de la banca especulativa”, continúa.

«El arte es una fuerza vital que se dirige a los sentimientos, pero también al pensamiento. ¿Cómo leían antes las personas que no estaban instruidas? Leían por las imágenes. Y hoy vuelven las imágenes. Muchos jóvenes no tienen la lectura, pero sí la imagen». En situaciones de crisis social, «el arte es comunicador», sostiene el artista y también profesor de varias generaciones.

«Lo que tenemos que generar es conciencia crítica, valores, porque no todas las imágenes son válidas. Hay imágenes que también dañan, dañan a los jóvenes en sus pensamientos, en sus comportamientos. Tenemos que valorizar muchísimo y rescatar a artistas, a músicos que estuvieron en la resistencia. ¿Cómo nos alimentamos en la lucha contra la dictadura? Por la cultura, por el arte. Mario Benedetti, León Gieco, la Negra Sosa», concluye.

La revolución de la No-Violencia está organizada por l Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón y la Asociación Museo Evita. Se puede visitar de martes a domingos, de 11 a 19 h, en Lafinur 2988, CABA.

La revolución de la no violencia. Por Cristina Álvarez Rodríguez, presidenta del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón

“La revolución de la no-violencia” es una mirada íntima y profunda a la trayectoria artística y activista de Adolfo Pérez Esquivel, nuestro Premio Nobel de la Paz, y uno de los más destacados defensores de los derechos humanos en América Latina.

A través de sus pinturas, grabados y manifestaciones visuales, Pérez Esquivel nos invita a explorar la profunda conexión entre la paz, la justicia y la resistencia activa, en una propuesta que expresa diversos trayectos de una vida dedicada a romper muros que dividen a la humanidad y a la construcción de puentes de amor y solidaridad.

Como reconocido maestro de la paz, sus obras reunidas nos revelan una faceta menos conocida de Adolfo, que encontró en el arte diversas maneras de expresar aquello a lo que dedicó su vida: la construcción de la paz duradera, la denuncia de las injusticias y la deconstrucción de opresiones para la creación de un mundo más equitativo.

Con obras de su infancia que nos invitan a reflexionar sobre la importancia de nutrir y proteger la niñez como semilla de cambio, pasando por la selección de grabados que documentan las luchas contra la dictadura y las resistencias no violentas, la presencia de una red de solidaridad global tejida a lo largo de su vida, hasta la incorporación del papel crucial de las mujeres en la revolución no violenta y cooperativa, con Evita, las Madres y los pañuelos de la resistencia, Pérez Esquivel celebra la capacidad humana de resistir la opresión y encontrar esperanza en las horas más difíciles.

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