Su nombre me llegó como un tumulto. Era casi un niño y militaba. Su nombre me estalló detrás de la aurora Era de madrugada en Buenos Aires, el calor nos golpeaba y la pasión preparaba su incendio. Iba a darse el día. Frutal embarazado, de pie y para siempre. Íbamos a inventarlo todo.
La muchedumbre, aquella muchacha en el deseo, el Coronel para siempre.
Contarles a los otros, durante mi vida como fue, lo que fue, en la eternidad. Iba a darse el día y sería 17 y no sabíamos nada.
Ella me llegó desde la lucha. Ella, con sus ojos banderas y su piel de alondra…
Ella, cantaba como una llamarada hasta herir el espacio.
Me llegó desde la sangre, con la muerte Passaponti, esa mutilada adolescencia que soñaba. Me llegó desde el aire y el canto, desde la bronca y la herida, desde la vida y la muerte, desde la eterna ternura revolucionaria, tan llena de amor, tan llena de guitarras, de palomas y vidalas, de viejas haraposas, de viejos, imposible dormir en la calle.
Me llegó invicta, memorial y victoriosa. Me llegó sin saberlo, era la historia y uno participó como si nada.
Me llegó como todo, en el tumulto de la calle y en medio de la lucha. Linda y total, vestida de estrellas, de violines en su rostro.
Vital de odios, porque amaba, tanto y tanto a su pueblo. Me llegó con sus soles, sus gestos, sus todos. Nunca la pureza tuvo más identidad, que en su bello nombre. Su ternura sigue creciendo y contiene la misma rebeldía.
Ella, la invicta, muchacha del 17, fue después eternamente nuestra, aún flamea en la multitud y sigue cantando como una llamarada.
Alfredo Carlino: «La muchacha del 17», en CARLINO Poemas. 50 años con la poesía (Selección 1958-2008). Ediciones CICCUS, 2008.
* Poema incluido en Evita: la eternidad de un pueblo. Editorial Catálogos, 1996.