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Genealogía de la sentisapiencia, de Juan José Vélez Peña

Por Alberto Hernández para Letralia

Jorge Rachid

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Un paseo inicial con el escritor uruguayo Eduardo Galeano por las calles de Augsburgo, Alemania, da cuenta de un relato en el que Galeano le refiere a Juan José Vélez Peña su apego a la sentisapiencia, es decir al saber cercano al corazón, en el que tanto el pensamiento como el aparato cordial se juntan para dar como resultado una nueva experiencia filosófica que se aparta de la hegemonía de la práctica hermenéutica europea. Los dos hombres conversan —no se conocían— en medio de un encuentro en el que el autor de La canción de nosotrosVagamundoEl descubrimiento de América que todavía no fue y Días y noches de amor y de guerra, entre otros libros de relatos literarios y ensayos sociopolíticos, se abrió al filósofo puertorriqueño para expresarle su contentamiento por el encuentro que descubrió la coincidencia (el hallazgo) de acuerdos acerca de esa manera “primitiva” de estudiar al ser humano: desde su pensamiento pero también desde sus sentimientos más sensibles.

Genealogía de la sentisapiencia es un volumen enjundioso en el que el lector podrá encontrar un nuevo mundo, un nuevo universo de cosas que revisa, hasta negar, la antigua forma de pensar de los más brillantes e importantes filósofos de Occidente anclados en el Viejo Continente. Se trata del primer tomo de una trilogía: el segundo, Sentipensar interculturalmente el quehacer musical afronuestroamericano, está por publicarse, y ya está adelantado el tercero, Sentipensar la con-vivencia nuestroamericana desde el neobarroco.

Ese paseo, relatado como una crónica, como un cuento donde ambos autores intiman, se puede calificar como una impronta para el lector que no tenía idea de esta forma de ver el mundo desde sujetos anónimos, sabios de vieja data que han vivido escondidos de los autores cuyos libros han sido dedicados más que todo a estudiar el trabajo de los pensadores europeos racionalistas, quienes a su vez han tenido como fuente la esencia de los primeros filósofos de la antigüedad griega o latina, pero que no han tocado la sensibilidad del Hombre, su corazón, sus sentimientos, sus amores, su manera de cuidar la naturaleza y las costumbres de los pueblos originarios de la América Nuestra.

En tal sentido, se trata de un libro que se pasea por calles, campos y grandes ciudades sin dejar de escuchar la voz de quienes han construido un andamiaje oral que a la larga se ha convertido en libro, en un volumen que, seguramente, tendrá sus críticos, pero que no deja de ser una muy humana “impertinencia” que, más allá de revelaciones ideológicas, podría dar frutos para beneficio del mundo pensante y amador.

Este libro revela el ADN de quienes han abierto la espita que permite pensar y sentir a la vez. O sentir o pensar para crear la llamada “cosmovivencia”, en contraste con la tan usada cosmovisión. De esta manera, se debe pensar para vivir. Vivir en el buen sentido de la palabra: vivir en convivencia con el pensamiento. Pensar para saber vivir sin que la razón sea un tropiezo.

En términos sencillos, hacer que la vida sea corazón y fluir de la conciencia. De acuerdo con el mismo Vélez Peña, Galeano es el impulsor de esta forma de relatar. Es decir, suerte de fundador, entre otros, de la “escuela de pensamiento”, en el que el pensar y el sentir sostienen el conocimiento y el sentimiento de la América nuestra. Se traduce esta manera de ser en el amor por el saber de una filosofía valiéndose de “un sugestivo sentipensar poético”.

De seguidas, y sin dejar de conectarse con Galeano, el filósofo caribeño destaca la nombradía de algunos autores cercanos a esta manera de hacer filosofía, como es el caso del poeta español Antonio Machado, quien a través de su heterónimo Juan de Mairena escribe Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, donde claramente Machado se vale de esa forma de existir: pensar sintiendo.

Pero antes de hacerse a la mar de este estudio, Vélez Peña organiza su obra a través de epígrafes que recogen este perfil. Así, Diana Braceras (directora de la Colección Nuestramérica) escribe lo siguiente: “Se trata de restituir la alteridad de una epistemología moderna que durante siglos negó la legitimidad y desautorizó todo pensamiento, toda práctica, toda institución y obra humanas no ajustadas a los estrechos límites locales de una Europa devenida parámetro universal”.

Con estas palabras, Braceras resume el libro. Desde esta perspectiva se perfila el pensamiento de este filósofo nacido en Puerto Rico, quien se destaca como un dromómano en búsqueda de lo que habían obviado los managers de la filosofía hegemónica.

La inteligencia sentiente le sale al paso, entonces, como advierte nuestro autor, “a la inquisición ensayística filosófica y a la aparente apacible superficialidad del relato o la narrativa literaria”. Se trata de ir mucho más allá de la tradición eurocéntrica, de esa epistemología occidental, y darle nuevo rostro a la expresión. De manera que el racionalismo no sea la moneda única, sino que filosofía y literatura se encuentren en una unidad que afirme la presencia del humano ser: mente y corazón en un solo instante del hacer existencial.

Este es un libro de personajes. Un libro denominado “un valle de biografías”, como lo afirma en el prólogo Raúl Fornet-Betancourt.

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El volumen, un extenso estudio acerca de este tema, consta de seis relatos ensayados, un compuesto híbrido que se advierte crónica, “cuento”, confesiones personales, entrevistas y poemas que redondean el carácter abierto o asistemático, y que lo hace ver como una herramienta transgenérica.

El lector se siente cómodo pese a la gran cantidad de datos que el autor suministra. Datos necesarios toda vez que se trata de un estudio que amerita un registro de muchos autores y personajes anónimos que enriquecen el contenido del libro.

Su estructura nos guía:

  • A modo de introducción. Y así habló el hombre-hicotea: relatos apócrifos para una genealogía de la sentisapiencia.
  • I. Preludio: caminando con el hombre-hicotea hacia el horizonte de la sentisapiencia.
  • II. Sentipensar y culturas anfibias.
  • III. Razón cordial: co-razón, co-razonar, co-razonamiento.
  • IV. Interludio: el intersticio literario-filosófico de Jorge Luis Borges.
  • V. Razón poética e inteligencia sentiente.
  • VI. El dispositivo rizomático de la cultura musical hispanoafrocaribeña: meditaciones sobre el marco perceptual de una investigación.
  • VII. A modo de conclusión: apuntes para una ontología intercultural latinoamericana sentisapiente del presente.

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Luego de esa conversación con Galeano y durante la misma, contenida en el primer estrato del libro, son mencionados los amautas quechuas, incas o aymaras como los primeros sentisapientes del mundo americano.

Más adelante, sin dejar cabo suelto, el autor se pasea por la Escuela de Madrid, en la que estuvieron García Morente, Xirau, Gaos, Julián Marías, Zubiri y María Zambrano, quienes cruzaban ideas sobre la filosofía de Ortega y Gasset y Unamuno.

Ellos, como otros, buscaban armonizar la razón con la vida. Igual cita una larga lista de escritores latinoamericanos, quienes también se inclinaban a hacer algo parecido o lo mismo.

Pero uno de los tópicos que más defiende el autor de este tomo es la oralidad, aspecto que José Gaos bautizó como el “Gran Conversador”. La oralidad logra la convivencia.

También se menciona a Mercedes Gómez Blesa, quien destaca que, para Zambrano, el “asistematismo y la ausencia de método en el pensamiento español, más que ser una falta, debería más bien ser interpretado como síntomas de un peculiar modo de entender la vida, propio y genuino del pueblo español”.

Otro aspecto que resalta en el texto de Vélez Peña apunta hacia lo prosaico con lo metafísico, con lo literario. De manera que los sujetos que son traídos a este libro respiran o respiraron, viven o vivieron, existieron o existen en carne y hueso, en espíritu, lo que constituye un elemento simbólico pragmático que no está presente en la tradición filosófica europea. En tal sentido, se trata de una filosofía viviente, existente.

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A salto de mata, la lectura embriaga desde la participación de quienes construyen esta manera de ver y sentir el mundo, de pensarlo y vivirlo: nuestro autor cita al colombiano Damiani Pachón Soto, quien escribe que “la filosofía admite varios géneros literarios” y que “puede existir una filosofización de la poesía, como ya se dio en Antonio Machado; pero también, una poetización del pensamiento, tal como ya lo hubo en Nietzsche”.

Y, en efecto, esta “variedad estilística” revela la riqueza de este hallazgo que, si bien es cierto que ha estado presente en antiguas culturas de los pueblos originarios, no había sido estudiada. De allí que, tanto el hombre-hicotea como el de la cultura anfibia de Colombia, forman parte de este compendio de descubrimientos que fortalecen el estudio de quienes ahora abordan esta forma de ahondar y sentir el mundo desde el pensar y desde el corazón.

Vélez Peña habla de Rubén Blades, de su Pedro Navaja, vieja revelación de un personaje que se hace presente en nuestra canción popular.

Pensar y sentir es caminar hacia adelante, dicen los entendidos y lo afirma también el filósofo caribeño.

El corazón es un instrumento que afirma el sentir. Por eso la razón cordial, se razona también desde el bombeo sanguíneo, desde las palpitaciones, de las taquicardias, desde el ritmo cardíaco y circadiano. Esta pasión cordial encuentra espacio en otro viaje, el de Chiapas, donde coincide con otros estudiosos con quienes comparte conocimientos sobre la cultura maya-tzeltal. “Pensar desde el corazón” es el lema para hacerle frente al racionalismo cartesiano. Menciona el autor a Patricio Guerrero Arias, quien expresa que los originarios se desplazan fuera del dualismo de Descartes. Por eso “sienten sus pensamientos y piensan sus sentimientos”.

Habla del retiro del político uruguayo Pepe Mujica, quien dio, según él, una lección de vida, al desechar el odio como herramienta política y social.

El gran Jorge Luis Borges irrumpe como parte de estas páginas al referir el intersticio literario-filosófico del autor de “Las ruinas circulares”. Así, están presentes el ensueño, el onirismo, las visiones, los mitos como base para la creación de constructos nuevos donde el pensar y el sentir. En 1973, para seguir con Borges, éste confesó que no profesaba ningún sistema filosófico, aunque coincidiría con Chesterton en el sistema de la perplejidad. De allí, según el texto que leemos, se ha valido Borges de los sistemas metafísicos y teoréticos sólo con fines literarios.

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Al final del congreso de Chiapas, del paseo donde la curiosidad es parte del trabajo o el trabajo mismo, aparecen el cuerpo y la intelección musical como motivos de investigación. Y así, María Zambrano, la de la escuela de Madrid, quien dejó dicho que la filosofía debía ponerse al servicio del presente, de los tiempos. Es decir, destaca Vélez, ella precisa que se debe elaborar un pensamiento que armonice con la razón y la vida, de índole asistemático, que se oriente hacia el discurso literario, para poder escapar de la crisis nihilista de Europa.

Subraya el estudio las “dos formas de raciocinio: el pensamiento calculador (ratio), que sirve para cuantificar la vida, y el meditativo (logos)”. No deja de decir que la filosofía hegemónica ha fracasado.

Por supuesto, todo este ensamblaje, todo este discurso, toda esta manera de hacer filosofía lleva consigo una manera de cambiar el mundo social.

Aparecen en escena los sacerdotes de la América que se involucraron en esta forma de pensar y sentir, lo que dio origen a la teología de la liberación. Sus protagonistas crearon toda una geografía espiritual y material propicia para darle pie a esos cambios.

Ya la religión no sería el opio de los pueblos, como afirma la máxima marxista, sino una manera de llegar a los pueblos a través de la fe social, de los haceres espirituales.

La música, ese dispositivo cultural, sirve de base o marco perceptual para darle fuerza a la investigación, que concluye con un estudio sobre la salsa, las tradiciones musicales y la expansión nómada de esta manifestación sonora hispanoafrocaribeña, investigación que permite una apreciación más abierta, “holística” de la convivencia en este lado del mundo.

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El libro cierra con el retorno de Vélez Peña a Alemania en medio de la pandemia, que trajo consigo la desaparición de la fraternidad. De manera que, como afirma Fornet-Betancourt, a manera de síntesis, propone sintomáticamente una radical crítica a la racionalidad tecnocientífica de estos tiempos producto del racionalismo filosófico impuesto por Europa.

En ese capítulo final, el autor recoge a grandes rasgos la evolución del pensamiento desde Aristóteles hasta nuestros días, con especial énfasis en figuras cruciales como Heidegger, Nietzsche o Foucault. Para llegar a su propuesta Vélez Peña —como buen filósofo— cuestiona la posibilidad de desarrollar una ontología propia, toda vez que la ontología tiene un carácter universal: “Si favorecemos el desarrollo de una ontología intercultural latinoamericana sentisapiente del presente, ¿no incurrimos con ello en una contradicción?”, se pregunta.

Una forma de pensar, sentir y expresar la realidad desde el ser latinoamericano. Tal es la meta del libro, que ubica una ontología vista de esta forma como “una versión de muchas posibles ontologías” que necesariamente “se ubica en un lugar diferente al de la tradicional”, más allá de la pregunta por el ser y su sentido y basada sobre el diálogo entre diversas culturas sapiensales.

Este estudio obtuvo en 2023 el Premio de Ensayo “Pensar Nuestra América con Categorías Propias”, organizado por la Fundación Centro de Integración, Comunicación, Cultura y Sociedad (Ciccus) y la Asociación Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales (Asofil). Como es de suponer, este trabajo exige más visiones, más lectores, porque podría crear polémicas necesarias, que continuarían revelando nuevas páginas acerca de este interesante mundo de las Ideas. Otros ojos podrían descubrir nuevos hallazgos en estas páginas.

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