“El cadáver de Evita permaneció en la Confederación de Trabajo hasta la revolución, en que profanaron el sepulcro y robaron el cadáver. Fueron unos militares con un tanque, echaron abajo la estatua de Evita que estaba en la Confederación, forzaron la entrada, entre varios jefes y oficiales: uno de ellos era Morí Koening, jefe del Servicio de Información del Ejército.
Todos eran bandidos. También los curas participaron en la profanación. Me han venido a mí unos muchachos que los curas están diciendo que ellos salvaron el cadáver. Mentira. Ellos profanaron lo mismo que los otros, porque si yo entro en una tumba de uniforme militar o de uniforme de cura, estoy profanando una tumba. Esta gente no dejó un solo delito de conciencia por cometer; hasta la profanación.”