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A 43 años del Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel

Fuente: Radio Nacional

El 13 de octubre de 1980 le fue concedida la distinción por su lucha en favor de los Derechos Humanos, la que recibió “en nombre de los pueblos de América”.

El reconocimiento permitió, además, dar a conocer al mundo el plan de exterminio sistemático llevado adelante por la dictadura cívico-militar que gobernaba la Argentina en ese momento.

Adolfo Pérez Esquivel fue designado miembro del Comité Ejecutivo de la Asamblea Permanente de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos.

Contribuyó con numerosas misiones internacionales en conflictos en Sudáfrica, Afganistán, Oriente Medio y Tíbet, entre otras.

Arquitecto, escultor y docente, durante 25 años se desempeñó como docente y, en 1971, comenzó a involucrarse en movimientos que luchan por la paz y la justicia.

En 1973, fundó el periódico Paz y Justicia que pronto se convirtió en la cumbre del movimiento pacifista y de defensa de los Derechos Humanos en el área de influencia latinoamericana, y el “Movimiento Ecuménico Paz y Justicia” con diversos grupos cristianos.

Durante 1977 y 1978 estuvo preso en Argentina por la dictadura de Jorge Rafael Videla y durante ese período de prisión recibió el Premio Memorial de Paz Juan XXIII otorgado por la Pax Cristi Internacional.

En la actualidad, dedica su tiempo a la Fundación Servicio, Paz y Justicia (SERPAJ) y al Proyecto Aldea Niños para la Paz que atiende a numerosos menores en estado de riesgo social.

Compartimos un informe especial con voces del Archivo Histórico de Radio Nacional que recuerdan la trascendente designación de Pérez Esquivel como Nobel de la Paz y su propia trayectoria.

En Argentina, era un desconocido. Pero su activismo fue una de las contribuciones más importantes a que el mundo no desconociera qué pasaba en Argentina.

A sus 49 años, el arquitecto y escultor ya tenía una larga trayectoria en su lucha por los derechos humanos.

Formado en Bellas artes en la Escuela de Educación Artística Manuel Belgrano y en la Universidad de La Plata, Pérez Esquivel cultivó una relación con sacerdotes tercermundistas que complementó su visión cristiana y humanista con los preceptos de justicia social y un fuerte sentido de pertenencia a Latinoamérica y sus problemas.

Trabajaba entonces en el comité ejecutivo de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos y coordinaba su movimiento Paz y Justicia, que defendía “los derechos humanos, la justicia social y económica, utilizando los medios legales y nunca violentos”.

Fue perseguido y detenido por la dictadura cívico-militar y es uno de los miles de sobrevivientes del genocidio.

“Fui detenido en el Departamento de la Policía Federal y llevado a la Superintendencia en la calle Moreno al 1500 y encerrado en el “tubo 14”, un centro de torturas, en ese calabozo maloliente se sentía el dolor de un pueblo bajo la dictadura militar”, relató hace unos años.

“Cuando la guardia abre la puerta veo muchas inscripciones, insultos, oraciones y una gran mancha de sangre y escrito con esa misma sangre de un prisionero o prisionera, “DIOS NO MATA”, un acto de fe que me conmueve la vida”, decía.

Entre sus compañeros de detención en un centro clandestino de la Fuerza Área estaba el maestro Alfredo Bravo.

En 1980, al día siguiente de recibir el premio, en medio de la censura imperante, brindó una conferencia de prensa.

Allí, denunció que “es evidente que en Argentina no se respetan los derechos humanos, existen miles de desaparecidos, los niños nacen en las cárceles, nuestro trabajo consiste en buscar una solución a este drama por la dignidad de la persona”, explicó a medios internacionales que acudieron a la cita.

“Este premio nos anima a continuar nuestro trabajo para crear una sociedad en la que el hombre pueda vivir más dignamente”, finalizó.

La censura fue una constante en su activismo.

En 1984, ya en democracia, denunciaba ante las cámaras de ATC que “todavía hay muchos agentes de la dictadura en los medios de comunicación social”. Lo hizo en el aeropuerto de Ezeiza, donde viajaba a una sesión del Tribunal de los Pueblos, que iba a condenar el genocidio armenio.

Allí, fue interceptado por el cronista del canal estatal Edgardo Antoñana, que al escuchar esa sentencia le reprochó sus dichos.

El Nobel, sin achicarse, le respondió que ATC fue uno de los medios que “no le ha dado cabida” a la agenda de los derechos humanos.

Un año antes de los Juicios a las Juntas, con muchos de los genocidas aún en posiciones de poder dentro de las tres armas y con la estructura social de la dictadura aún en pie, el referente exigía que la sociedad conozca qué pasaba en el país, Latinoamérica y el mundo.

Pérez Esquivel reconocía entonces el rol fundamental del derecho a la información como uno de los pilares de la democracia.

Hoy sigue bregando por las mismas metas. Igual de activo que siempre, desde el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) continúa con su labor por “libertad y Justicia para todos”, tal como prometió en Oslo.

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Murió Manuel Pampín, un Quijote de la edición argentina

Fuente: Silvina Friera para Página 12

Durante más de 50 años el sello público unos 3500 títulos, entre ellos toda la obra de Arturo Jauretche y Macedonio Fernández, la poesía completa de Juan Gelman y Alejandra Pizarnik, y las primeras novelas de Osvaldo Soriano y Alberto Laiseca. A pesar de todas las crisis, Pampín mantuvo Corregidor  como empresa familiar independiente en medio de un mercado global cada vez más concentrado.

Pampín murió el miércoles, a los 86 años. 
Pampín murió el miércoles, a los 86 años. 

El pastor de cabras de una aldea coruñesa llamada Vilar da Vella, que llegó a Buenos Aires a los 14 años, transformó la edición de libros en su gran pasión. Manuel Pampín, que murió el miércoles a la tarde a los 86 años, se ganó la fama de ser un poco quijotesco al no temer a esas causas que parecían perdidas cuando decidió crear Corregidor, editorial argentina con más de 50 años de vida y más de 3500 títulos, que resistió las crisis económicas y se mantuvo como empresa familiar independiente en medio de un mercado global cada vez más concentrado. 

Pampín publicó toda la obra de Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche y Macedonio Fernández. Además editó por primera vez la poesía completa de siete poetas del siglo XX argentino: Enrique Molina, Alberto Girri, Edgar Bayley, Olga Orozco, Juan Gelman, Susana Thénon y Alejandra Pizarnik; dio a conocer a los lectores argentinos la obra de Clarice Lispector y Juan Carlos Onetti; lanzó las primeras novelas de Osvaldo Soriano (Triste, solitario y final) y Alberto Laiseca (Su turno para morir); acompañó la primera etapa narrativa de Jorge Asís (Don Abdel Zalim), Luis Gusmán (Cuerpo velado), Reina Roffé (Monte de venus), Blas Matamoro (Olimpo) y Enrique Medina (Strip-Tease).

Si en el cielo hay libros, Pampín ya debe estar tramando una sucursal de la editorial que nació el 1° de julio de 1970, aunque el primer libro salió un año después: Los caudillos de la Revolución de Mayo, de Rodolfo Puiggrós. En la primera mitad de la década del 70 editaría Partitas(1972) de Leónidas Lamborghini; los cuentos de Hierba del cielo(1973) de Marco Denevi y La balada del álamo carolina(1975) de Haroldo Conti. El catálogo de este sello es fundamental en la difusión del tango –ha sido considerada la mayor editorial del mundo en producción de libros de este género, entre los que se destaca su colección La historia del tango-, el lunfardo y la historia del sindicalismo. A través de la colección “Vereda Brasil” nos llegó no solo la obra de Lispector, sino también la de Oswald de Andrade, uno de los vanguardistas más importantes del siglo XX; Graciliano Ramos, Silvano Santiago, Ferreira Gullar y Ferréz, entre otros. En la colección “Archipiélago Caribe” se destaca Simone, novela del puertorriqueño Eduardo Lalo, premio Rómulo Gallegos en 2013. De Lalo también publicaron la novela La inutilidady los ensayos de Los países invisibles, entre otros. En la misma colección hay dos novelas del cubano Marcial Gala: La catedral de los negrosSentada en su verde limón. Otra colección reciente, “Narrativas al sur del Río Bravo”, incluye libros del venezolano Gabriel Payares (Lo irreparable), dos novelas de la argentina Débora Mundani (El ríoLa convención), y un libro de cuentos y una novela del argentino Ariel Urquiza (No hay risas en el cieloYa pueden encender las luces). Otra colección notable es “Ediciones Académicas Argentinas”, dirigida por María Rosa Lojo, donde se pueden encontrar una edición crítica extraordinaria de Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal; y varios libros de Eduarda Mansilla como sus CuentosEscritos periodísticos completos y Creaciones.

A pesar de la muerte y destrucción de la Guerra Civil Española, Pampín, que había nacido en 1936 en la aldea Vilar da Vella, en el seno de una familia republicana, siempre recordaba que fue un niño feliz en su Galicia natal. El propio editor le cuenta a Jorge Lafforgue en Manuel Pampín: editor argentino, publicado por Colihue, que a veces dormía en túneles secretos, o arriba de los árboles, porque no podía regresar a su casa. Cuando llegó a Buenos Aires con 14 años, se instaló en Lanús. Trabajó en un negocio de electricidad, en una fábrica de vidrio, en una bobinadora eléctrica, en un local de fraccionado de especias y como empleado en una distribuidora de libros. El largo camino en el mundo del libro continuaría cuando él mismo devino distribuidor y librero –fundó la primera cadena de librerías en el país, las librerías Premier– hasta que decidió crear una editorial, la misma que han continuado sus hijos: María Fernanda, Paula y Juan Manuel. ¿Cómo sobrevivió una editorial independiente a los vaivenes políticos y económicos de la dictadura cívico-militar, la hiper inflación, la concentración editorial de la década del 90 y la crisis del 2001? Corregidor se ocupó de todas las partes del proceso: edición, distribución y venta directa a través de la emblemática librería propia, que hasta principios de 2020 funcionó en un local a la calle en Rodríguez Peña y Corrientes y que ahora está en el primer piso de Lima 575.

“Un día decidí empezar a editar libros, y lo hice porque para mí era una pasión y sigue siendo una pasión –le cuenta Pampín a Lafforgue–. A pesar de la ignorancia que podía tener, yo cada vez que salía un libro disfrutaba. Interiormente, más allá de la venta. Un hijo nuevo. Así es la cosa. Además, yo casi siempre estaba pensando en los libros posibles de editar, estoy en estado de alerta permanente. Quizás en una conversación surge algo, una chispa, una pista; de pronto empiezo a anotar algo: palabras, ideas, temas que se me ocurren. Por otra parte, como mucha gente concurría al local de la librería, me iban llegando propuestas y yo las evaluaba; a veces consultando con gente que confiaba”. Editar por placer, sin importar que el libro sea un éxito. Eso hizo Pampín. “Un día alguien me dijo que las obras de Macedonio las tenía un hijo, guardadas en bolsas y que no las quería tocar. En uno de los actos culturales a los que yo solía concurrir alguien me pasó el dato de que ese hijo tenía un libro de profecías y que lo trabajara por ese costado. Resultó ser un buen tipo y lo invité una, dos, varias veces a tomar un café y a conversar. Poco después de establecido el contacto salió Terror en el año dos mil, pero a la vez empezamos a publicar las obras de Macedonio Fernández”.

Corregidor resistió la embestida de las compañías transnacionales. Pampín –que en 2017 fue elegido como el editor del año en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires– sobrevivió de la mano de su proyecto familiar y la construcción de un catálogo comprometido con la bibliodiversidad de la cultura argentina y latinoamericana. La editorial empezó como un sueño que pudo ver realizado. Durante décadas apostó a rescatar a autores olvidados y aprovechar obras novedosas de la literatura argentina y latinoamericana. “Mi catálogo habla por mí; sin libros no hay futuro posible”, afirmó Pampín con el orgullo del pastor de cabras que supo alimentar la vida de varias generaciones de lectores argentinos que saben que no serían los mismos sin los libros del señor Corregidor. Hay que revisar en nuestras bibliotecas y dar las gracias a ese Quijote argentino que de no haber existido los libros los habría inventado.

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Concierto por la Paz | Homenaje a Adolfo Pérez Esquivel

Fuente: Ministerio de Cultura

En conmemoración de los cuarenta años de democracia en Argentina, el Ministerio de Cultura presenta Concierto por la Paz, un merecido homenaje a nuestro Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel. El viernes 13 de octubre a las 20 h en el Centro Cultural Kirchner.

El próximo viernes 13 de octubre, a las 20 h en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner, la murga uruguaya Agarrate Catalina y el músico argentino León Gieco se presentarán en vivo para realizar un concierto que celebra la paz y el logro colectivo de haber alcanzado cuatro décadas de democracia ininterrumpida en el país.

Un evento que honra la figura de uno de los referentes más importantes de la región y el mundo. Un concierto para seguir levantando en alto las banderas de la democracia, la defensa de los derechos humanos y la convivencia pacífica entre todos y todas. Frente a los discursos de odio y expresiones de intolerancia manifiesta, un homenaje y una celebración necesarios.

Para asistir a la actividad se requiere reserva de entradas el Centro Cultural Kirchner ofrece una modalidad mixta: virtual y presencial. Se puede gestionar reserva previa en la web a partir del miércoles 11 de octubre, a las 12 h, o habrá un cupo de localidades que se entregarán de modo presencial el mismo día de la actividad, desde las 14 h, en la boletería.
Estas entradas se habilitan hasta agotar la capacidad de la sala.

Nacido el 26 de noviembre de 1931 en Buenos Aires, Pérez Esquivel es profesor, pintor, escultor y un fervoroso activista por la paz. En diciembre de 1980 fue distinguido con el Premio Nobel por su lucha en favor de los derechos humanos y en defensa de la democracia por medios no violentos frente a las dictaduras que golpeaban la región.

En 1971 comenzó a involucrarse en movimientos que luchan por la paz y la justicia a través de la no violencia activa (NOVA), antecedente previo al Servicio Paz y Justicia América Latina (SERPAJ-AL), que en la actualidad se encuentra en once países.

Durante 1977 y 1978 fue detenido y encarcelado sin proceso judicial, fue torturado y sobrevivió a los vuelos de la muerte. Estando en prisión recibió el Premio Memorial de Paz Juan XXIII otorgado por la Pax Christi International.

Participó en la creación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Desde entonces lleva por el mundo la bandera de la defensa de los DD. HH., diseña programas de ayuda y desarrollo junto a las comunidades indígenas latinoamericanas y movimientos obreros, entre otros. Ha tenido una presencia constante en las luchas de los pueblos por su liberación, convirtiéndose en un símbolo en América Latina por su compromiso, lucha y acciones.

En la actualidad desempeña diversas funciones y cargos, entre ellos: presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia en América Latina; presidente honorario del SERPAJ Argentina; presidente de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires; miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos; integrante del Comité de Honor de la Coordinación Internacional para el Decenio de la no violencia y de la paz; jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg; miembro del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria (IEM), etcétera.

Por consultas sobre entradas e ingresos, escribir a: atencionpublico.cck@cultura.gob.ar

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Charla debate | Democracia & Redes sociales

Ediciones CICCUS y el Centro de Estudios para el Desarrollo Integral (CEDI) te invitan a participar de la charla y presentación de libros «Democracia y Redes Sociales«, a cargo de Aram Aharonian, Verónica Sforzin y Omar Zanarini.

🗓️ Jueves 19 de octubre de 2023
⏰ 19 h
📌 Espacio Taura (Alsina 685, CABA)

Aram Aharonian | Periodista y analista latinoamericano. Fundador y primer director de Telesur. Preside la Fundación para la Integración de Latinoamérica (FILA) y dirige el Centro Latinomericano de Análisis Estratégico (CLAE). Autor de numerosos libros en torno a comunicación y democracia, entre ellos , «Vernos con nuestros propios ojos» (2007, 2009, 2011, 2013), «La Internacional del Terror Mediático» (2015, 2016), «El asesinato de la verdad» (2017) y «El asesinato de la democracia» (2023).

Verónica Sforzin | Socióloga, Doctora en Comunicación y especialista en Inteligencia Artificial y Sociedad. Docente, investigadora e integrante del Centro de Investigaciones en Economía y Política (CIEPE). Autora de los libros «Geopolítica de las tecnologías de la información y la comunicación» (2021) y «Ética, poder y tecnologías» (2023). Coordinadora del equipo técnico de Comunicación y Tecnología del Partido Justicialista Nacional y se desempeña en la Dirección del Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales (SIEMPRO) en el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales.

Omar Zanarini | Periodista, Licenciado en Comunicación Social (UBA) y titular del seminario Comunicación, geopolítica y Guerra Psicológica (Facultad de Ciencias Sociales – UBA). Docente en Comunicación y Relaciones Internacionales (UBA) y en Trabajo Social Comunitario (UNDAV).


Acerca de los libros:


📙Ética, poder y tecnologías. Redes sociales e inteligencia artificial desde el Sur global (Verónica Sforzin) | El poder angloamericano, en crisis estructural, intenta diferir su propia crisis mediante la imposición de un globalismo financiero especulativo. La crónica de una muerte anunciada intenta prolongarse instalando un nuevo sistema de colonización digital, en donde a nuestra región le toca el papel de dadores de materias primas, mano de obra barata y datos, y consumidores de servicios, mercancías e ideologías. Otra historia es posible si aprovechamos esta crisis y decadencia para acelerar la articulación con el Sur Global e impulsar la propia construcción de la ciencia en función de las necesidades de nuestra región.


📙El asesinato de la democracia (Aram Aharonian) | Quizás ningún término usado recurrentemente en el espacio público fue tan ultrajado y vaciado de contenido, hasta perder todo sentido, como la voz democracia. Hoy se exalta un concepto reduccionista de la democracia que encierra y congela la soberanía y la participación popular en un palacio presidencial y un hemiciclo parlamentario. Creemos que cargamos un teléfono personal, inteligente, que nos pertenece, pero no hay nada menos personal. El algoritmo está allí y, de a poco, el celular se va apropiando de nosotros: nos pide la huella digital mientras realiza nuestro reconocimiento facial. Entonces, recordamos algo llamado intimidad, que fuimos perdiendo, mientras vigilan cada paso que damos.