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¿Qué es ser escritor o escritora?

Fuente: Ministerio de Cultura

Cada 13 de junio se conmemora el Día del Escritor y la Escritora en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), poeta, cuentista, ensayista y novelista argentino. En esta nota, las narradoras María Teresa Andruetto, Inés Garland y Leticia Martin hablan sobre la actividad literaria y de cómo a ellas las interpela la escritura.

María Teresa Andruetto

Nació en 1954 en la localidad cordobesa de Arroyo Cabral y pasó su infancia en la ciudad de Oliva, también en Córdoba. Escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica. Los temas sobre los que siempre vuelve son la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura y el universo femenino. Reconocida con premios en la Argentina y en el exterior, en 2012 ganó el Hans Christian Andersen, conocido como el Nobel infantil y juvenil. También obtuvo el Konex de Platino y el Premio Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes, entre otros premios. Atenta a la escritura de otras mujeres, codirige una colección de rescate de narradoras argentinas olvidadas.

-¿Qué lugar ocupa la escritura en su vida?
-Incluso antes de hacerse pública, la escritura ocupó, y ocupa, siempre un lugar muy importante, un lugar gozoso, de recreo. No lo siento como un lugar profesional, o mejor dicho, tengo dos modos de escritura. Uno que está más ligado a lo profesional: he hecho prólogos, he hecho escritos sobre otros autores, codirijo una colección de narradoras argentinas recuperadas, he presentado libros, he escrito conferencias, he leído conferencias de un público, toda una parte que considero más ligada al trabajo, a un lugar más profesional de la escritura. Y luego está mi fiesta secreta, que es esa escritura que no responde a ninguna demanda externa, sino a la mía propia, más íntima y que sigue siendo, como cuando no publicaba, un lugar de intimidad muy alto, muy grande, un lugar para el que no siempre consigo el tiempo necesario, y es la que da por resultado las novelas o cuentos o poemas que después he hecho públicos. Pero, para esa escritura, nunca sentí que yo fuera una escritora de tiempo completo. Siempre sentí que la escritura era algo muy hermoso que entraba, que entra, en la vida misma; escribir como parte de la vida, entender la vida como un lugar donde cabe la escritura. No armar una vida en función de la escritura, sino hacer ingresar la escritura a la vida que tenía, y que tengo, que ha pasado por etapas muy diversas, pero donde la escritura ha estado siempre presente.

-¿Cuándo se es escritor o escritora? ¿Basta con escribir? ¿Hay que publicar? ¿Hay que tener lectores?
-He pensado mucho en eso. Hay distintas posiciones al respecto. Uno podría decir que escritor es aquel o aquella que tiene problemas con las palabras o que convierte a las palabras en su problema, en su cuestión y, por lo tanto, puede pasarse mucho tiempo viendo qué palabras usar, dónde y cuándo. En ese sentido, la escritura es un acto íntimo. De una intimidad y una potencia muy alta. Pero también uno podría decir que escritor es aquel que hace pública su palabra, que toma esa palabra íntima, esa escritura que es íntima, y la vuelca en el espacio público. Ya sea publicándola, ya sea dándola a conocer en lecturas o en otros aspectos. A mí me parece que escritor es eso. alguien que decide poner la intimidad de su escritura, lo escrito en la intimidad, en el espacio público; y que así intente intervenir, también, en el espacio público, en los lectores, en los potenciales lectores u oyentes, y también se deja marcar, opinar, señalar, corregir, discutir, negar por lo público. Así veo yo a un escritor. En ese sentido, siento que para ser un escritor hay que, no sé si publicar el libro necesariamente, pero sí volver pública esa escritura íntima. Eso considero yo que es un escritor o escritora. Y, en lo personal, me sentí escritora a partir de lo que los lectores fueron diciendo o haciendo con lo que yo ponía en el espacio público. Me he sentido más escritora, en la medida en que he tenido, y tengo, más lectores.

Inés Garland

Nació en 1960 en la ciudad de Buenos Aires. Además de escribir cuentos y novelas, es traductora del inglés. Entre otros trabajos, tradujo la obra de las escritoras Lorrie Moore, Sharon Olds, Lydia Davis y Mavis Gallant. Su libro Piedra, papel o tijera (2009) recibió el galardón de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina (ALIJA) y con esa novela, Garland se convirtió en la primera escritora hispanoparlante en conseguir el Deutscher Jugendliteraturpreis; uno de los premios más importantes del mundo editorial en Europa. Por Lilo, en 2019 obtuvo el Premio de Literatura Infantil Ala Delta, en España. Tiene publicados varios libros de cuentos y novelas, entre ellos, Una reina perfecta (2008); distinguido por el Fondo Nacional de las Artes (FNA), Una vida más verdadera y Con la espada de mi boca. Da talleres de escritura en su casa de Florida y, a veces, de forma virtual.

-¿Por qué escribe?
-No sé por qué escribo. Creo que fue algo que se desprendió de la lectura, un movimiento inconsciente que empezó temprano. Mi primer cuento apareció una mañana en la casa de mi abuela en Mar del Plata a los once años, elegí no ir a la playa con mis hermanas y quedarme a escribirlo. Después mi abuela se emocionó y mis padres, cuando fueron el fin de semana, me dieron cinco minutos de atención. Ahí quedó ligada la escritura a algo más, relacionado con llamar la atención. Una combinación difícil de desarmar. No sé si eso es el por qué. Sigue habiendo lecturas que disparan la escritura (y otras que la paralizan). Quiero contar mi mirada sobre el mundo, quiero, en principio contármela a mí misma . La escritura abre puertas inesperadas en los cuentos que me hago, me ayuda a entender. A veces encuentro cierto sentido en el caos gracias a ella.

-¿Qué lugar ocupa la escritura en su vida?
-Escribo hasta cuando no escribo. Ocupa el lugar del amor más fiel y constante de mi vida, lo que me salvó de ciertos modos de la destrucción, lo que me dio un mínimo de estructura (en el océano donde nado); es también la actividad a la que le opongo la mayor resistencia, una lucha constante hasta que me siento y escribo y ahí se acaba la lucha. ¡Pero sentarme! Esa es la cuestión. Es absurdo tratar de entender de qué se trata o cuándo o cómo. Muchas veces siento que cada vez tengo que atravesar una membrana para sentarme a escribir, una membrana elástica, resistente. Le huyo a la escritura y a la vez es inevitable. Si no escribo, me pierdo, me hostigo.

-¿Cuándo se es escritor o escritora? ¿Basta con escribir? ¿Hay que publicar? ¿Hay que tener lectores?
-Trato de diferenciar el “estar” del “ser”. “Estoy escribiendo” no es “soy escritor”, es mucho más cambiante y permeable el estar que el ser. Aprendí a pensar esa diferencia gracias al terapeuta gestáltico Andrés Molteni y él lo desarrolló a partir del filósofo Rodolfo Kusch. Nos preocupamos demasiado por el ser. Es mucho más pesado pensarlo como esa especie de cosa inamovible. Hebe Uhart decía soy escritora cuando estoy escribiendo. Adhiero.
En mi multitud de personajes internos, tengo uno que quiere llamar la atención, ser reconocido, no le basta con escribir, quiere publicar, recibir aplausos y premios y SER escritor. Lo dejo salir porque si no es peor, pero cuando me siento a escribir lo encierro en el baño. Escribo para conversar, conmigo misma y con otros, claro que me son necesarios los lectores, tocar a otro con lo que escribo. No debería importar si son muchos o pocos. Es vertiginoso lo que pasa con un libro ahí afuera, la conversación es con otros que abren lo que pensé que dije y devuelven más cosas inesperadas. Bienvenidos.

Leticia Martin

Nació en 1975 en la ciudad de Buenos Aires y se crió en Lomas del Mirador, en la provincia de Buenos Aires. Es licenciada en Ciencias de la Información y tiene un posgrado en Gestión Cultural y Políticas de Comunicación. Es narradora, poeta y crítica cultural, autora del ensayo Feminismos y de las novelas El gusto, Topadoras oxidadas, Un ruido nuevo y Estrógenos. También es autora de varios libros de poesía y está por publicar el libro de cuentos Todo lo que no es boca en mi cuerpo. El 1 de junio último ganó por mayoría el I Premio Lumen de Novela por Vladimir “una Lolita al revés”. Por el galardón, Martin obtendrá 30.000 euros y la publicación de su novela en todo el territorio de habla hispana. Da numerosos talleres de escritura.

-¿Por qué escribe?
-No sé del todo. Me alcanza con escribir. Algo me mueve a hacerlo. La escritura se me presenta como deseo. La pregunta es muy interesante y hace años que da vueltas en mi cabeza. Por ahí algún día termine de respondérmela. Sí sé que me interesa el “para qué”, que no va hacia los motivos sino hacia delante. Escribo para no quejarme, para no enojarme, para no llorar. Escribo para poder dormir cuando me desvelo, para no enredarme en la mala intención que puedan tener otros hacia mí, para no estar tan atenta a las demandas, para ubicar lo que quiero, para seguir aprendiendo, para hacer foco en lo importante, para huir del presente cuando me agobia. También para salir de la agenda de temas que imponen los medios y las redes, y lo más importante: escribo para no responder cuando me provocan, y para poder poner los silencios en algún lugar.

-¿Qué lugar ocupa la escritura en su vida?
-Es una especie de hilo conductor, como la tansa transparente que une las perlas de un collar, un deseo que espero nunca cumplir del todo para que me acompañe hasta el final.

-¿Cuándo se es escritor o escritora? ¿Basta con escribir? ¿Hay que publicar? ¿Hay que tener lectores?
-Se es escritor cuando se escribe. Pero no solo por escribir se es escritor, como no por tener pareja se conoce el amor. La escritura implica un vínculo honesto con ella que crece cuando se la toma en serio. Quizá sería mejor decir que se es escritor cuando se insiste, más que por el mero hecho de publicar, cuando se comprende que hay muchas capas sutiles de lenguaje que se conjugan en una frase o en un verso para hacerlos buenos. Nunca cuando se ningunea la escritura y siempre que se valora cada lectura. Hay que tener lectores para ser escritor, sí. Un círculo de amigos, colegas, familiares. No importa la cantidad, sí la circulación genuina de lecturas. La literatura sucede fuera de los textos que escribimos, sucede en las interpretaciones que pueden hacer quienes nos leen.

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