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A 20 años de la fundación de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad y a 40 años de la democracia en Argentina

Han transcurrido 20 años desde aquel 2003 fundacional de la REDH, momentos en los que se desplegaba un cambio de época generado por las luchas y las resistencias de los años 90 contra el patrón de acumulación neoliberal, aplicado en nuestros países, sometidos al Consenso de Washington.

Por esos mismos tiempos, también, se gestaba la crisis del unilateralismo que había sobrevenido luego de la guerra fría comenzando a transitarse un ciclo de gobiernos progresistas, nacionales y populares, y/o revolucionarios, acechados posteriormente por ofensivas recolonizadoras.

Jorge Rachid

El 1 de mayo de 2003,  en  un acto multitudinario, recordando el día de lxs trabajadores, en la Plaza de la Revolución en La Habana, Cuba, uno de los intelectuales más reconocidos de México, Pablo González Casanova (fallecido recientemente) leyó un llamamiento extraordinario dirigido a “la Conciencia del mundo”, elaborado luego de un encuentro con sus pares mexicanxs. 

Desde allí nace el Primer Encuentro de lo que sería la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, en una convocatoria  en la que participó Evo Morales cuando aún no era presidente y donde se debatió entre el 23 y el 25 de julio en la capital Mexicana.

Comienza a partir de entonces la tarea de consolidar la iniciativa, bajo el liderazgo de los presidentes de Cuba, Fidel Castro Ruz, y de Venezuela, Hugo Chávez Frías, y entre el 3 y el 5 de diciembre de 2004 se realiza en Caracas el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, con representantes de cincuenta y dos países y de diversas culturas.

A partir de esos momentos y con la presencia de nuevos gobiernos en la región, como el de Luiz Inácio “Lula” Da Silva de Brasil y el de Néstor Kirchner en Argentina, la Red comienza a crecer y consolidarse. Todxs coincidían en construir una barrera de resistencia frente a la avanzada imperial hacia una dominación mundial, con lo cual se destacó algo que hasta estos momentos sigue siendo prioritario: crear una red de redes de información.

Entendiendo desde entonces que la desinformación a nivel mundial es una de las armas más importantes de la ofensiva imperial, como también lo era la necesidad de dar la batalla cultural que sigue siendo parte de nuestra repuesta ofensiva al intento de destruir el pasado de nuestras culturas que son en sí mismas un escudo de resistencia.

Se propuso entonces coordinar y movilizar artistas e intelectuales de la región y del mundo para establecer vínculos y participar activamente en las luchas sociales y populares que siguen siendo una característica central en una región como la nuestra que lleva siglos de combate. La articulación de este movimiento y su continuidad pudo mantenerse y crecer hasta estos días.

“Hay que salvar a la humanidad. Hay que empezar ya”, decía Fidel Castro desde aquellos momentos, previendo lo que venía sobre nosotrxs. Esto transcurría en el marco de un proceso de integración emancipatorio que iluminó los primeros años de este siglo XXI, cuando Estados Unidos encabezaba sus principales documentos trazados para los conflictos de los años 2000 en Nuestra América, citando la Doctrina Monroe, de 1823, colonial por excelencia.

Vendría un período luminoso donde la integración en pluralidad se intensificaría hasta llegar en 2011 a conformar la Comunidad de Naciones Latinoamericanas y Caribeñas (CELAC). A pesar de la guerra contrainsurgente de baja intensidad que nos aplica Estados Unidos en estos momentos, especialmente la de Cuarta Generación, para lo cual utilizan todos los medios y formas de comunicación (incomunicación en realidad) estamos resistiendo en otro momento histórico.

Actualmente hay consenso en que atravesamos un ciclo político en la región abierto por la crisis del patrón de acumulación neoliberal y sus representaciones políticas. Las derechas, digitadas, asesoradas y financiadas por Estados Unidos lograron mediante golpes de estado, traiciones y triunfos electorales basados en engaños retomar el timón de la mayoría de los gobiernos de la región a partir de 2015.  Pero desde 2018/2019 ha comenzado a modificarse ese escenario.

Desde el triunfo de Andrés Manuel López Obrador que puso fin a 36 años de gobierno de los partidos tradicionales mexicanos asociados con Washington y el FMI, seguido por el triunfo electoral en Argentina contra la derecha empresarial en 2019, y la derrota del golpe de estado en Bolivia con el retorno del MAS al gobierno, se abrió un momento de cambios políticos superestructurales que en todos los casos fueron producto de luchas y movilizaciones populares.

El “octubre caliente” de 2019 (Chile, Ecuador, Haití, Bolivia) mostró a numerosos pueblos de nuestra América activándose contra las políticas neoliberales en las calles, con elementos insurreccionales, desbordando y llevando la lucha de clases por fuera de los canales institucionales. Proceso de luchas que se pausaría apenas con la pandemia, para retomarse en algunos casos aun con más fuerza durante 2020 (Perú),  2021 (Colombia) y 2022 (Ecuador). También en Honduras luego del golpe de 2009 se desarrolló un proceso de resistencia que posibilitaría la vuelta del gobierno popular en 2022. 

Es clave mencionar el caso de Colombia. Este país, convertido en una gran base militar de los EEUU para atacar a Venezuela y aceitar la maquinaria del terrorismo paraestatal mantenido por la oligarquía colombiana durante décadas contra su propio pueblo, vive un cambio político de envergadura con la llegada del Pacto Histórico con Gustavo Petro a la cabeza luego de sendos procesos de luchas en 2019 y 2021.

El triunfo de Lula en Brasil contra el experimento neofascista en un territorio geoestratégico y principal economía de nuestra América, habilita la posibilidad de consolidar en la región un escenario de transformaciones sociales para las mayorías y de recuperación de grados de soberanía política con el reinicio de proyectos de unidad e integración regional.

Pero este mapa político que va tomando otros colores sólo puede comprenderse por la resistencia ofensiva de Cuba, Venezuela y Nicaragua, países afectados por el ataque sistemático, capilar y de amplio espectro de las nuevas formas de las guerras insurgentes que los EEUU y los gobiernos cómplices han desplegado sin pausa sobre esos pueblos. Sin embargo, los gobiernos que vehiculizaron gran parte de esos ataques han sufrido derrotas electorales y han sido desalojados de las presidencias, o están por serlo, como el caso de Ecuador.

De esta manera, el crecimiento de las luchas populares, fortalecidas por los frentes de Derechos Humanos y los feminismos populares, la persistencia de un núcleo duro antiimperialista y la llegada de nuevos gobiernos progresistas, con renovados o tradicionales liderazgos, pinta el panorama de nuestra región, en el que sólo podrá retomarse el camino de la verdadera emancipación si los pueblos crecemos en conciencia y organización para derrotar a las derechas violentas y sus instrumentos de dominación. Pero sobre todo para presionar, apoyar e impulsar a los nuevos gobiernos a confrontar con las clases dominantes y a tomar las medidas necesarias para fortalecer el poder popular mientras se resuelven las urgentes e impostergables demandas históricas e inmediatas. Este es el tiempo de profundizar y radicalizar.

Por último cabe mencionar y repudiar el primer golpe de Estado de este ciclo contra el gobierno popular de Pedro Castillo en Perú,  país ocupado con bases militares de Estados Unidos, incluso con un puerto, en el Pacífico especialmente dedicado a la Flota estadounidense, de lo que nadie habla. A partir diciembre de 2022, se abrió un profundo proceso de lucha y resistencia popular contra esa oligarquía racista que les gobierna y asfixia hace décadas. Este golpe constituye un alerta que nos obliga a recuperar la unidad latinoamericana de Celac y UNASUR para la defensa común de nuestras democracias, sobre todo cuando profundizan proyectos de Estados sociales de derecho y justicia. 

Del mismo modo, es necesario desarrollar estrategias de colaboración con las fuerzas políticas de naciones hermanas que transitan caminos de recuperación de gobiernos populares. Y atender muy especialmente la inagotable lucha del pueblo haitiano víctima del revanchismo histórico de las potencias dominantes.

Pero aunque las oligarquías y sus cuadros políticos hayan retrocedido en sus posiciones de gobierno, ello no implica que se hayan replegado del escenario político. Polarizada la lucha política de clases, las derechas no vacilan en incorporar métodos e instrumentos neofascistas de consecuencias nefastas para la organización de las clases populares. En este marco, aparece como imprescindible, además de la unidad nuestroamericana, impulsar una articulación del Sur Global enmarcada en acuerdos de cooperación entre los BRICS, Latinoamérica y el Caribe, para enfrentar de forma coordinada el unilateralismo y el injerencismo.

Es imprescindible referirse a la injerencia abierta de Estados Unidos, Gran Bretaña  e Israel en nuestros procesos electorales y en el manejo de las fuerzas de Seguridad de la región y las estructuras judiciales de la mayoría de los países. Todas las coaliciones de derecha que participan en la política de nuestros países, más la absoluta concentración de los medios masivos de información bajo el control del poder hegemónico impiden continuamente el desarrollo de los procesos democráticos.

Algunas de esas nuevas tendencias que fueron consolidándose en nuestra región desde 2018/19 abren un nuevo ciclo de luchas del cual vuelven a emerger cambios en las superestructuras políticas que, a su vez, abren posibilidades para retomar caminos de soberanía e independencia en nuestra América, no exentos de intensas contradicciones y tensiones. Los escenarios de evidente disputa que caracterizan la etapa nos obligan a realizar diagnósticos y propuestas que modifiquen la relación de fuerzas en favor de los pueblos.

A pesar de que el progreso científico y tecnológico permitiría condiciones más igualitarias para la mayoría de la población mundial, las elites económicas y políticas continúan agravando los grados de explotación. Estamos en alerta roja: la crisis humanitaria y ambiental a escala global generada por este sistema depredador resulta insostenible.

A los 200 años de la Doctrina Monroe, agitada todavía como marco de acción de las políticas intervencionistas de Estados Unidos en nuestra región, se hace más relevante profundizar la batalla cultural. Por eso en el vigésimo aniversario de la REDH, lxs integrantes del capítulo Argentina nos hemos convocado para crear colectivamente ideas que promuevan la reflexión, el debate y, sobre todo, para que un programa político popular sea el que organice la acción.

Crisis del orden global:

Estamos viviendo una crisis en el sistema capitalista, en medio de una guerra tecnológica entre potencias. En términos globales, el entramado financiero y tecnológico como expresión de la confrontación geopolítica configura un sistema basado en la posesión, control y/o direccionamiento del dinero bursátil hacia la transformación digital de la economía, incorporando elementos de la hiperconectividad 5G y 6G, los sistemas ciber-físicos, la robótica colaborativa y sensitiva, la inteligencia artificial, la industria aeroespacial, la transición energética, la nano y biotecnología, la computación cuántica y la agricultura tecnológica o AgTech, entre otros desarrollos. Todos determinantes a la hora de definir quién conforma la fracción del capital que acumula y ostenta el poder económico bajo la exigencia de poseer, además, el dominio político-militar y la hegemonía político-social.

Los cambios acelerados que trajo aparejada la “cuarta revolución industrial”, parecen materializarse en un nuevo territorio virtual-digital, con el desarrollo de plataformas que comienzan a imponerse como mediación de las relaciones sociales. Este fenómeno de interacción a escala planetaria ha operado, en palabras de la elite reunida en el Foro de Davos, como el “gran reseteo” de un sistema económico que ha extendido la expropiación del tiempo social disponible por fuera de la jornada laboral.

Ese es también el campo de disputa que adquiere una modalidad policéntrica, con Estados Unidos y China como los principales actores (que algunos centros de investigación denominan G2). Estados Unidos expresa debilidad geopolítica en diversos frentes -dimensiones de la descomposición lenta que no termina de perecer, pero que agudiza su enfrentamiento- al tiempo que emerge, reinventándose una vez más, la potencia económica expansiva de China que, a fuerza de una estrategia de poder blando, amplía sus grados de influencia, creando condiciones para un ordenamiento mundial diferente.

Guerra en Ucrania como escenario estratégico de la disputa geopolítica:

En estrategia, la guerra comienza cuando quien se defiende ataca. En el caso de la guerra de Ucrania, Rusia no ha hecho más que poner límite a la avanzada de los Estados Unidos y la OTAN, que desde 2014 no han dejado de asediarla, rompiendo acuerdos, enviando armamento y financiando al neofascismo ucraniano a fin de desestabilizar la relación Rusia-Europa y,  de este modo, debilitar el eje China-Rusia. 

El proceso de expansión comercial de China y la indisimulable prepotencia de Washington impactan en las contradicciones y competencias de las fracciones de las clases dominantes de los diferentes países por el control de los recursos estratégicos. La nueva fuerza que es China, compone un polo productivo-financiero-tecnológico con una estrategia de cooperación no injerencista, fundamentalmente a través del proyecto de la nueva Ruta de la Seda. En poco tiempo, el centro del comercio mundial se trasladó del atlántico al sudeste asiático. La simultánea articulación estratégica entre Moscú y Beijing cambió el mapa global y lo reubicó en Eurasia.

En este nuevo escenario la confrontación bélica es una expresión más de una guerra que en este siglo asume características híbridas y se expresa en múltiples dimensiones: cibernética, aeroespacial, de moneda, energética, de recursos, psicológica, entre otras.

La digitalización del capitalismo ha llevado a una mayor capacidad de China para imponer su moneda afectando la posición dominante de Estados Unidos en el sistema financiero internacional, lo que se expresa también en el proceso de desdolarización, que acepta en las transacciones internacionales monedas alternativas a la divisa estadounidense, con el consiguiente debilitamiento de la arquitectura financiera de la Reserva Federal.

Como reacción la OTAN busca expandirse a esa nueva región mediante la articulación con Australia, Nueva Zelanda y Japón en las formulaciones de seguridad conocidas como AUKUS y Five Eyes. En este giro geopolítico las relaciones de fuerza alcanzan un “empate catastrófico”, en el que Ucrania juega un rol decisivo.

A este análisis hay que agregar  ineludiblemente que la pandemia del Coronavirus y los modos de enfrentarla han actuado como un gigantesco catalizador de un proceso de transformación en la estructura económica mundial, que conduce a un cambio del modo de producción capitalista real-material-mecanizado-informatizado basado en la energía fósil, hacia una fase en la que comienza a predominar en el proceso productivo lo virtual-intangible-digital-biológico, basado en la energía renovable, la nanotecnología, el big data, el blockchain y la robótica.

Crisis ambiental y climática: el capitalismo depredador no da para más

La crisis ambiental y climática es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad. La primarización de la economía, la dependencia del extractivismo, el abuso de los recursos hidrocarburíferos, con la consecuente emisión de gases ha depredado ecosistemas, biodiversidad, hábitats naturales con extinción de especies, alteración de ciclos ecológicos y pérdida de servicios ecosistémicos.

Esta forma de desarrollo deforme ha generado consecuencias biológicas y epidemiológicas significativas  ocasionando  desplazamientos masivos de la población, convirtiendo a la crisis ambiental también en una crisis social y económica que agrava las desigualdades y requiere poner el foco en la discusión sobre la incompatibilidad del sistema capitalista con la construcción de relaciones sociales basadas en el cuidado de la vida y de los bienes sociales y naturales.

Argentina, elecciones presidenciales y dos programas en disputa: Patria o FMI

Es justo asumir que en estos momentos estamos ante la definición de elegir entre la independencia definitiva o la recolonización de Nuestra América. Argentina es un ejemplo de la dinámica del capitalismo tal como lo hemos descripto. Al ciclo de desendeudamiento y redistribución progresiva logrado por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (2003-2015) le sucedió una administración alineada con los EEUU y el FMI, retrocediendo  el país en los logros que había alcanzado en cuanto a independencia económica y soberanía política. Nuevamente se iniciaba el ciclo de la deuda para garantizar la dependencia, tal como lo vaticinara el Comandante Fidel Castro en 1985.

Con su llegada a la presidencia en 2015, y con un país desendeudado, el empresario derechista Mauricio Macri comenzó un proceso de desregulación y liberalización de los mercados, permitiendo  el ingreso de capitales extranjeros favorecidos por el Estado, al tiempo que sus políticas  alimentaron un proceso de valorización financiera y fuga de capitales. En las elecciones de 2019, Macri entregó un país arrasado y super endeudado. Fábricas y Pymes cerradas, un pico de desempleo, y extensión de la pobreza extrema, entre otras deudas y con una política exterior diseñada por el Pentágono y el departamento de Estado de los Estados Unidos. 

Bajo esas condiciones heredadas se negocia con el FMI, que ilegalmente entregó 45 mil millones de dólares a un gobierno como el de Macri, que sabían que no podría devolverlo. Si ganaba todo estaba bien y si perdía Macri, le dejaba una trampera preparada a su sucesor.

Los acuerdos alcanzados durante el gobierno de Alberto Fernández, se convirtieron en un tema crucial en el debate político local por el impacto que las imposiciones de ese organismo generan en la economía y en todos los órdenes de la vida de un país y su población.

La situación es muy grave por la proscripción y el intento de magnicidio contra la vicepresidenta y ex presidenta Cristina Fernández, cuya investigación está obstaculizada por una justicia bajo manejo externo, y porque se trata de difamar y prohibir a la líder con más condiciones para enfrentar esta etapa. La proscripción ilegal impuesta mediante el mecanismo de lawfare (la judicialización de la política), cuyo ejemplo cabal fue el encarcelamiento de Lula en Brasil, se intenta aplicar en todos nuestros países como arma eficaz de intervención contra las fuerzas populares, sus dirigencias y para interrumpir todo proceso de profundización democrática.

Como REDH asumimos una posición crítica hacia las políticas de ajuste y austeridad impuestas por los organismos internacionales, y en este caso participaremos en los debates sobre los programas que anuncian los partidos políticos en el proceso hacia las elecciones generales de octubre próximo. La REDH se expresa en favor del Programa que devuelva la dignidad a los argentinos y argentinas apoyando las políticas que enfrenten a corporaciones y lobbistas de adentro y de afuera.

Un gobierno peronista, una política exterior ambigua y dubitativa:

El Gobierno del Frente de Todxs (FDT) a cargo del presidente Alberto Fernández restableció las relaciones diplomáticas con la República Bolivariana de Venezuela aunque ha sido errático en determinadas circunstancias con opiniones y votos negativos en ámbitos internacionales.

Lamentablemente permitió la aplicación del bloqueo de EE UU  actuando con extrema debilidad frente a la extraterritorialidad de la medida que judicializó y retuvo a la tripulación de un avión de carga venezolano que trajo desde México componentes necesarios para una conocida empresa, en un trámite absolutamente legal, y quedó retenido ilegalmente hasta ahora por una falsa denuncia de la Delegación de Asociaciones Israelitas- Argentinas (DAIA).

A su vez, el gobierno argentino ha repudiado fuerte y atinadamente los golpes de Estado en Bolivia en 2019 y en Perú en 2022. Junto al presidente López Obrador de México, Alberto Fernández contribuyó a preservar la vida de Evo Morales y Álvaro García Linera. Asimismo mediante una visita a Lula, cuando estaba en prisión en su país, visibilizó la ilegalidad de lo actuado contra el mandatario brasileño. 

La condena a los bombardeos de Israel a la Franja de Gaza y la denuncia de los bloqueos a Cuba y Venezuela recogen la tradicional posición de las fuerzas populares en América Latina, pero es evidente la manifiesta ambigüedad en el frente externo que debe ser corregida, para hacer coincidir la autodeterminación y la soberanía política con la independencia económica proclamada al anticipar la voluntad de excluir para siempre al FMI de la vida política argentina. Así como se debe asumir que se mantendrá la coherencia respecto a la soberanía y autodeterminación de todos los pueblos de América Latina y el Caribe de ganar las fuerzas democráticas las próximas elecciones.

Propuestas para un programa del pueblo argentino a 40 años de la democracia: 

A 40 años de la democracia en Argentina hoy vuelve a ponerse en primer plano su defensa. Ya no se trata solamente de contraponer a los proyectos neoliberales, un proyecto nacional y popular que nos incluya a todxs, sino que se hace imprescindible defender a la democracia misma y profundizarla disputando su contenido con los dirigentes de las clases privilegiadas que pretenden vaciarla de participación y protagonismo popular.

La oposición habla directamente de instalar un modelo represivo de disciplinamiento social que vuelva a generar condiciones para acelerar la concentración y extranjerización del capital. La provincia de Jujuy en el noroeste argentino se convirtió en un ejemplo de ese programa retrógrado, que usó todos los mecanismos represivos de las pasadas dictaduras militares contra un pueblo desarmado, y que ha decidido abiertamente apoderarse de las tierras de las comunidades originarias. La impunidad del golpismo en Jujuy es una mala señal, como lo es la “naturalización” del golpe en Perú, país ocupado por bases militares de Estados Unidos.

La materialización de un programa del pueblo sólo será posible con la rearticulación de la fuerza política y social que ha dado sobradas demostraciones en la historia argentina que es capaz de organizarse, dar batalla y vencer.

En América Latina y el Caribe soplan otros vientos, y Argentina debe estar a la altura. No podemos nadar a contracorriente de una nueva etapa que genera mejores condiciones para retomar las sendas de la emancipación y la unidad latinoamericana. Es necesario impulsar y construir esa integración y unidad desde abajo, desde los pueblos, en sus diversas expresiones y organizaciones de trabajadores, de mujeres, de comunidades originarias, de la cultura, intelectuales, pequeñxs y medianxs empresarixs, y otrxs. Al mismo tiempo que se hace imprescindible apoyar la institucionalización de la CELAC, y la reconstrucción e institucionalización de la UNASUR, ambas con participación y protagonismo popular asegurados también de manera formal.

Necesitamos fortalecernos como bloque regional como el único camino posible para la emancipación y establecer relaciones soberanas, tanto políticas como económicas y culturales, con todos los países con la única condición del respeto debido a los pactos internacionales y sus principios vinculantes. Destacamos la importancia del rápido ingreso en los BRICS apuntalando desde la CELAC y UNASUR la coordinación permanente con China y Rusia de cara a garantizar una seguridad estratégica defensiva respecto de los intentos recolonizadores.

La REDH Argentina propone actuar en estas circunstancias, para reunir investigaciones sobre temas puntuales de la agenda local e internacional, con un lenguaje preciso, para que podamos llevar y difundir estos trabajos y estas experiencias ante las universidades, sindicatos, movimientos sociales y organizaciones populares protagonizando acciones concretas y denuncias activas, en forma creativa con aquella energía que se nos propuso desde los inicios de la REDH.

Debemos unirnos para presentar ante el mundo y ante los organismos internacionales un frente común, recuperando nuestra mirada estratégica, y demostrar el crimen de lesa humanidad en que se ha convertido la relación de Estados Unidos con nuestra región, ante el proyecto de recolonización y toma del control directo de nuestros bienes naturales y sociales. Esto no se logra sin muertes y genocidios.

Debemos convertirnos en una barrera de resistencia a nivel mundial y trazar el mapa de la descolonización cultural, comprometiéndonos cada vez más con nuestros pueblos que nos dan lecciones cada día. Ese es nuestro lugar en esta etapa.

Capítulo Argentina de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad

Integrantes firmantes del documento:

Atilio Borón – Stella Calloni – Adolfo Perez Esquivel – Paula Klachko – Juliana Marino – Paula Giménez – Jorge Elbaum – Fernando Buen Abad – Telma Luzzani – Carlos López – Manuel Santos – Néstor Kohan – Matías Caciabue – Héctor Bernardo – Patricia Malanca – Claudia Viviana Rocca – Teresa Parodi – Luis Wainer – Marisa Duarte – Santiago Liaudat – Paola Gallo – Andrea Vlahusic – María Seoane – José Salvador Cárcamo – Alicia Entel – Mara Espasande –  Magalí Gómez – Miguel Mazzeo – Julieta Grinspan – Paula Ferre – Susana Sel – Regine Bergmeijer – Sebastián Salgado – Roberto Di Vita – Federico Giménez – Cynthia García – Maria Lucrecia Hernández – Héctor Hussein – Tamara Lajtman – Fernando Bossi – Ana Maria Ramb – Gonzalo Armúa – Fernando Roperto – Laura Capote – José Seoane – Martin Ogando – Verónica Sforzin – María Inés Jorquera – Laura Vazquez – Julio Ferrer – Emilio Taddei – Alberto Mas – Daniel Devita – Fernando Borroni – Lautaro Rivara – Juan Francisco Peria – Jorge Rachid – Daniel Feipeler – Silvina Romano – Jimmy Herrera – Javier Calderón – Aurelio Narvaja

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