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#3J NI UNA MENOS | Novena marcha contra la violencia machista

#niunamenos comenzó el 3 de junio de 2015 en ochenta ciudades argentinas. Su nombre surge del verso «Ni una mujer menos, ni una muerte más» de la poeta mexicana Susana Chávez, para protestar por los femicidios de Ciudad Juárez en ese país. En su memoria, la comunicadora y activista argentina Vanina Escales, propuso «Ni una menos» como nombre a la maratón de lectura del 26 de marzo de 2015, y se mantuvo para la movilización del 3 de junio de ese año.

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3 de junio: Ni Una Menos, desde la mirada de la ESI

Esta fecha representa un día de reflexión y manifestación colectiva en repudio a las violencias por motivos de género, cuya consecuencia más extrema y trágica son los femicidios. La ESI constituye una herramienta fundamental para continuar trabajando en las escuelas la prevención y erradicación de las violencias por motivos de género.

El 3 de junio de 2015 se realizó la primera marcha de Ni Una Menos como respuesta colectiva al femicidio de Chiara Páez, adolescente de 14 años, ocurrido en Rufino, provincia de Santa Fe. A partir de ese momento, en esa fecha, mujeres, personas LGBT+ y la sociedad en general alzan sus voces para terminar con la violencia por motivos de género y recordar a quienes fueron víctimas de ella. 

La información estadística ayuda a comprender la dimensión de esta problemática social: según el Informe Anual 2022 del Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2022, se registraron 242 víctimas de femicidio confirmadas, que incluyen 23 femicidios vinculados, 7 personas trans y 14 suicidios feminicidas.

La violencia por motivos de género es una problemática de derechos humanos porque expresa la desigualdad entre las personas. Por eso, su erradicación es una prioridad asociada a los derechos sociales, la vida en democracia y la inclusión. En la Argentina la Ley N.° 26.485, «Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales», establece la definición, los tipos y modalidades de esta violencia y los derechos que debe proteger y garantizar el Estado.

En las escuelas, la Educación Sexual Integral es una herramienta privilegiada para problematizar las violencias por motivos de género, promover y construir vínculos responsables y brindar información y contenidos adecuados para el ejercicio de derechos. Además, trabajar la ESI posibilita promover estrategias para la detección e intervención educativa ante este particular tipo de violencia en todos los niveles. En ese sentido, apuesta a evitar «el silencio pedagógico» ante dichas situaciones, como paso fundamental para que la escuela actúe como un espacio de ejercicio y promoción de derechos.

Entre los propósitos ineludibles de la ESI, se encuentra repensar los patrones socioculturales de conductas y de vínculos anclados en una concepción patriarcal. Además, la Ley N.° 27.234 «Educar en Igualdad: Prevención y Erradicación de la Violencia de Género» nos ayuda a visibilizar en la comunidad el trabajo que las escuelas vienen realizando para abordar la violencia por razones de género. Esta normativa establece que todos los años debe realizarse la Jornada Educar en Igualdad en todas las escuelas del país. 

#3J Ni Una Menos y las formas de la violencia económica. Campaña de ilustraciones e intervenciones federales en la vía pública

El 3 de junio de 2015 nace Ni una menos como una expresión masiva destinada a visibilizar la violencia por motivos de género. Año a año, la fecha vuelve a promover la necesidad de seguir trabajando en contra de las distintas expresiones y modalidades de la violencia por motivos de género.

El 8 de marzo pasado el paro internacional de mujeres en Argentina llevó como demanda central el lema “La deuda es con nosotras y nosotres. Que la paguen quienes la fugaron”, haciendo foco en la violencia económica y patrimonial —tipificada en la ley 26.485 de Protección Integral de las Mujeres. Violencia económica que también tiene una dimensión doméstica muy fuerte y que se expresa a través de diferentes formas como prohibir o sabotear el trabajo de la pareja con distintas estrategias, ejercer control sobre los gastos, impedir o dificultar el acceso a cuentas personales o excluir a la pareja en decisiones sobre el gasto familiar. También se expresa como condicionamiento al pago de la cuota alimentaria, en hacer que la pareja trabaje en un negocio común sin percibir un pago, o incluso robar dinero u ocultar parte del patrimonio.

Todo forma parte de la herencia de un mismo modelo de familia hegemónico y heteropatriarcal que identifica la figura del varón como proveedor y de la mujer como sostenedora del espacio doméstico. Este binomio suele ocultar que el ingreso que obtiene uno de los miembros de la pareja es posible solo por el trabajo no remunerado de cuidado y reproducción de la vida cotidiana que realiza el otro. Cuando ambos trabajan, las formas de la violencia económica implican el conflicto por la distribución de estas tareas de cuidado y sostenimiento que suelen terminar en una sobrecarga sobre las mujeres, con tareas en el ámbito público y en el doméstico.

3J (fuente: ni una menos)

Desde 2015, cada 3 de junio, damos un poderoso y feroz grito. Cientos de miles de personas nos encontramos en la calle para ser la voz de quienes ya no la tienen, víctimas de la violencia femicida. Ponemos cuerpo, palabra, banderas y carteles para decir que la violencia machista mata y no sólo cuando el corazón deja de latir. Porque la violencia machista también mata, lentamente, cuando coarta libertades, participación política y social, la chance de inventar otros mundos, otras comunidades, otros vínculos.

Cuando nos dice como vestirnos y como actuar, mata nuestra libertad.

Cuando nos insulta o nos juzga por el modo en que disfrutamos nuestros cuerpos, mata nuestro derecho a poner en acto su inmensa potencia.

Cuando nos niega la palabra en el espacio público, la silencia o la minimiza; mata nuestro derecho a cambiar el mundo para todos y todas.

Cuando nos impone las tareas domésticas y de cuidado como si fuera un deber exclusivo y natural, mata nuestro tiempo.

Cuando nos niega la igualdad en los salarios aunque hagamos el mismo trabajo, mata nuestra autonomía.

Cuando avasalla o abusa de nuestros cuerpos, mata nuestra integridad.

Cuando pretende controlar nuestra capacidad reproductiva, mata nuestro derecho a elegir.

Decir Ni Una Menos no es, un ruego ni un pedido. Es plantarse de cara a lo que no queremos: ni una víctima más. Y es enunciar a la vez que nos queremos vivas, íntegras, autónomas, soberanas. Dueñas de nuestros cuerpos y nuestras trayectorias vitales. Dueñas de nuestras elecciones: como queremos, cuando queremos, con quien queremos.

Decir Ni Una Menos es tejer una trama de resistencia y solidaridad; es el patriarcado el que inventa el guión de la rivalidad entre mujeres, del pánico moral frente a quienes no se reconocen ni varones ni mujeres tal como pretende modelarnos este sistema que asfixia. Son las redes de afecto que también son políticas las que nos permiten hacer visibles las opresiones, salir del círculo de la violencia, empoderarnos para vivir las vidas que queremos vivir.

Cada 3 de junio abrimos en las plazas públicas un inmenso espacio de hospitalidad a cielo abierto para todas las personas que quieren decir: ¡Basta! Basta de inequidad. Basta de disciplinarnos por medio de la violencia. Basta de convertir nuestros cuerpos en cosas. Basta de ser consideradas propiedades de otros. Basta de callarnos. Basta de convertirnos en criminales por querer decidir sobre nuestros cuerpos, por querer elegir cuándo tener hijos, cuántos y con quién.

Juntas generamos la visibilidad y jerarquización de la problemática de la violencia machista y el empoderamiento de los colectivos feministas. Todos y todas sabemos de qué se habla cuando se dice Ni Una Menos y el peso de la condena social cae cada vez más sobre los agresores.

Pensamos nuestras libertades en la trama de los Derechos Humanos; ya que al afirmar nuestro deseo de vida, al mismo tiempo queremos inscribir las historias de nuestra liberación junto a miles de otras historias. Las que se afirman y se siguen actualizando cada 24 de marzo en Argentina junto a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. También junto a las mujeres que gritan “Vivas nos queremos” en México, en Perú, y en cada territorio en donde la palabra mediática, la política pública o clandestina marcan nuestros cuerpos y nos implican, cada vez más, como sujetas del odio, presas políticas, o dimensión femenina de la pobreza en un mundo en crisis social, un mundo patriarcal y obligatoriamente heterosexual.

El 3 de junio es una fecha que sella un compromiso con la construcción de un movimiento transversal y poderoso, hecho de redes políticas de afecto y solidaridad, porque es la vida la que está en juego. Las personas que no somos varones heterosexuales blancos con poder económico, estamos histórica y sistemáticamente condenadas a la sumisión para garantizar la vida biológica, a la obediencia para evitar el castigo, al refugio para evitar la muerte, a las cadenas suaves para evitar las violencias. Queremos decir No otra vez a esas imposiciones, porque la libertad es parte de lo que llamamos vida, porque la autonomía económica y el derecho son dimensiones ineludibles y porque privadas de eso –de nuestros trabajos y nuestros salarios, de la libertad de elegir pareja o no elegirla, de decidir si ser madres o no- la vida se convertiría en algo cerrado sobre sí mismo, una tipo de cárcel, una condena.

En las calles queremos encontrarnos, libres, autónomas, críticas y solidarias; alegres y furiosas.

¡Ni Una Menos!

¡Vivas nos queremos!

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