Fuente: Ministerio de Cultura
Categoría: Noticias
Boris Spivacow, el reparador de sueños
Fuente: Acercándonos Cultura
José Boris Spivacow nació en Buenos Aires el 17 de junio de 1915. Sus padres eran inmigrantes rusos de origen judío. Su padre pertenecía a una familia de clase media venida a menos que había poseído una fábrica y su madre era de origen humilde. Sus abuelos maternos eran muy religiosos pero sus padres eran ateos.
«Mamá y papá eran gente revolucionaria. Mamá tenía pensamientos más intuitivos, papá era un intelectual, pero alimentado también por lazos afectivos.»
Su madre había estado presa en Rusia a raíz de sus actividades revolucionarias.Fueron frecuentes las charlas sobre los revolucionarios rusos entre el pequeño Boris y su padre.
Spivacow trabajaba en un taller de artículos para la moda que su familia tenía en la Avenida Santa Fe al 1100. Desde joven le gustó leer, sobre todo literatura rusa y francesa y, dentro de esta última, especialmente las obras de Balzac. Sus estudios primarios y secundarios los hizo en escuelas públicas del barrio: la Escuela N° 1 Juan José Castelli y el Colegio Nacional Nn°2 Domingo Faustino Sarmiento. Frecuentaba la biblioteca de la Casa del Pueblo y la Biblioteca del Maestro.
En 1934, empezó a estudiar Ingeniería Civil en la Universidad de Buenos Aires, pero abandonó enseguida la carrera y en 1936 inició la Licenciatura en Matemáticas, que completó en 1944. Estando en la Universidad ingresó en la Federación Juvenil Comunista, y durante la primera presidencia de Perón sufrió algunas detenciones.
Dio clases de castellano y de matemáticas, y a lo largo de ese tiempo tiene la oportunidad de enseñar castellano a muchos europeos que venían a la Argentina escapándose de la guerra, entre otros Alberto Levi, Pablo Terni y César Civita; ellos habían llegado con un capital al país y buscaban armar un negocio para ganarse la vida. Junto con otros italianos llamados Leone Amati y Manuel Diena, fundan la Editorial Abril. Spivacow se convirtió entonces en su referente en temas de idioma. Luego, desde 1941 a 1945, realizó para la editorial trabajos de redacción, corrección y consulta sobre textos, en forma independiente, hasta que la coyuntura familiar y económica lo instaron a buscar un puesto permanente.
«Fui a Abril y les propuse convertirme en empleado. Después supe que se pegaron un cagazo del demonio: yo era el bohemio y se pensaron que iba a ser un empleado pésimo. Les costaba mucho decirme que no, y me tomaron como redactor.»
Spivacow pronto se hizo cargo de la sección de libros infantiles de la editorial, reforzando la publicación de distintas colecciones que ya venían saliendo e impulsando otras nuevas, como Bolsillitos, que comenzó vendiéndose en kioscos de revista. Esta modalidad de venta a través de kioscos será retomada por Spivacow en su trabajo al frente del Centro Editor de América Latina.
Al caer el gobierno de Perón en 1955, Spivacow es convocado por el matemático Manuel Sadosky para dictar clases en la materia Análisis Matemático, a su cargo, en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.
En esos años, entre otros proyectos que fueron renovadores y le dieron un impulso enorme a la universidad, se decidió organizar una editorial universitaria, para lo cual contratan los servicios de Arnaldo Orfila Reynal, un editor argentino que por entonces era gerente de la editorial Fondo de Cultura Económica, en México, y que era conocido del interventor de la Universidad de Buenos Aires, Risieri Frondizi. Orfila Reynal puso cierta organización de base en la nueva editorial, y propuso un gerente. Spivacow recibió entonces el apoyo de algunos nombres fuertes en Ciencias Exactas, y se hizo cargo de la editorial en 1958. Trabajó allí junto con su colaboradora Mirian Polak hasta que el gobierno de facto de Onganía intervino la Universidad y se produjo el 28 de julio de 1966 la Noche de los bastones largos, por lo que un mes después dejó el trabajo y el 21 de septiembre de 1966 creó, junto a excolaboradores de Eudeba, el Centro Editor de América Latina.
José Boris Spivacow nació en Buenos Aires el 17 de junio de 1915. Sus padres eran inmigrantes rusos de origen judío. Su padre pertenecía a una familia de clase media venida a menos que había poseído una fábrica y su madre era de origen humilde. Sus abuelos maternos eran muy religiosos pero sus padres eran ateos.
«Mamá y papá eran gente revolucionaria. Mamá tenía pensamientos más intuitivos, papá era un intelectual, pero alimentado también por lazos afectivos.»
Su madre había estado presa en Rusia a raíz de sus actividades revolucionarias.Fueron frecuentes las charlas sobre los revolucionarios rusos entre el pequeño Boris y su padre.
Spivacow trabajaba en un taller de artículos para la moda que su familia tenía en la Avenida Santa Fe al 1100. Desde joven le gustó leer, sobre todo literatura rusa y francesa y, dentro de esta última, especialmente las obras de Balzac. Sus estudios primarios y secundarios los hizo en escuelas públicas del barrio: la Escuela N° 1 Juan José Castelli y el Colegio Nacional Nn°2 Domingo Faustino Sarmiento. Frecuentaba la biblioteca de la Casa del Pueblo y la Biblioteca del Maestro.
En 1934, empezó a estudiar Ingeniería Civil en la Universidad de Buenos Aires, pero abandonó enseguida la carrera y en 1936 inició la Licenciatura en Matemáticas, que completó en 1944. Estando en la Universidad ingresó en la Federación Juvenil Comunista, y durante la primera presidencia de Perón sufrió algunas detenciones.
Dio clases de castellano y de matemáticas, y a lo largo de ese tiempo tiene la oportunidad de enseñar castellano a muchos europeos que venían a la Argentina escapándose de la guerra, entre otros Alberto Levi, Pablo Terni y César Civita; ellos habían llegado con un capital al país y buscaban armar un negocio para ganarse la vida. Junto con otros italianos llamados Leone Amati y Manuel Diena, fundan la Editorial Abril. Spivacow se convirtió entonces en su referente en temas de idioma. Luego, desde 1941 a 1945, realizó para la editorial trabajos de redacción, corrección y consulta sobre textos, en forma independiente, hasta que la coyuntura familiar y económica lo instaron a buscar un puesto permanente.
«Fui a Abril y les propuse convertirme en empleado. Después supe que se pegaron un cagazo del demonio: yo era el bohemio y se pensaron que iba a ser un empleado pésimo. Les costaba mucho decirme que no, y me tomaron como redactor.»
Spivacow pronto se hizo cargo de la sección de libros infantiles de la editorial, reforzando la publicación de distintas colecciones que ya venían saliendo e impulsando otras nuevas, como Bolsillitos, que comenzó vendiéndose en kioscos de revista. Esta modalidad de venta a través de kioscos será retomada por Spivacow en su trabajo al frente del Centro Editor de América Latina.
Al caer el gobierno de Perón en 1955, Spivacow es convocado por el matemático Manuel Sadosky para dictar clases en la materia Análisis Matemático, a su cargo, en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.
En esos años, entre otros proyectos que fueron renovadores y le dieron un impulso enorme a la universidad, se decidió organizar una editorial universitaria, para lo cual contratan los servicios de Arnaldo Orfila Reynal, un editor argentino que por entonces era gerente de la editorial Fondo de Cultura Económica, en México, y que era conocido del interventor de la Universidad de Buenos Aires, Risieri Frondizi. Orfila Reynal puso cierta organización de base en la nueva editorial, y propuso un gerente. Spivacow recibió entonces el apoyo de algunos nombres fuertes en Ciencias Exactas, y se hizo cargo de la editorial en 1958. Trabajó allí junto con su colaboradora Mirian Polak hasta que el gobierno de facto de Onganía intervino la Universidad y se produjo el 28 de julio de 1966 la Noche de los bastones largos, por lo que un mes después dejó el trabajo y el 21 de septiembre de 1966 creó, junto a excolaboradores de Eudeba, el Centro Editor de América Latina.
16J | El retorno del terrorismo
16 DE JUNIO DE 1955
EL RETORNO DEL TERRORISMO
“…La escalada del terrorismo en la argentina del siglo XX (que alcanzaría su máxima expresión en la dictadura militar de 1976), comenzó a desarrollarse en la incomprensión de este fenómeno político que significó el peronismo con un pueblo lanzado a un nuevo protagonismo.
De la burla y la ironía se pasó al insulto y ante la impotencia de no poder derrotar legalmente al justicialismo, se llegó al asesinato y la masacre sin miramientos.
El terror comenzó con los intentos de golpes militares y atentados con bombas en la vía pública. Luego fueron la colocación de bombas contra concentraciones de trabajadores, el asesinato de policías y finalmente se llegaría al bombardeo y ametrallamiento de muchedumbres indefensas.
Lo más dramático es que ni siquiera existió el pudor ante la hecatombe moral, es más, se mostró la indignidad con orgullo y los organizadores y responsables del terror, fueron premiados y erigidos como héroes, siendo luego ministros y embajadores.
La incomprensión de los sectores intermedios del país ante lo nuevo, los llevó por el camino más despreciable y sin retorno. Todas las organizaciones que participaron de la temible reacción instrumentada desde la lucidez de los intereses de la antipatria, terminarían desapareciendo. Los que se sintieron protagonistas orgullosos de la derrota de la “tiranía”, condenaron al país a la hecatombe institucional más grave que se tenga memoria.
En esa acción, junto con su ética, su moral y su dignidad, enterraron el destino de las instituciones que representaban: los partidos políticos, la justicia, el ejército, la intelectualidad y la iglesia.
Ninguno de estos sectores podría torcer ese tortuoso camino que elegían y lo siguieron hasta el final, cuando terminaron abrazados (por reconocimiento o inacción), ya sin tanto orgullo ni popularidad, a la infamia de la dictadura militar más sangrienta y ruin que conoció la historia del país…»
✒️ DOCUMENTO
Bombardeo del 16 de junio de 1955. Libro editado por el Archivo Nacional de la Memoria
+info en www.todoperon.org
PERÓN, LA REVOLUCIÓN INCONCLUSA
La más completa historia del peronismo absolutamente gratuita y de libre acceso, matizada con 26 horas de videos y audios históricos, miles de fotografías y documentos que incluyen las obras completas de Juan Perón (libros y discursos). Ordenada en dos etapas, Ascenso y Gobierno (1943/1955) y Resistencia, insurrección y regreso (1955/1974).
Una iniciativa de Fundación Villa Manuelita y Fundación CICCUS
68° aniversario del bombardeo a la Plaza de Mayo
Por Luís Bruschtein, Resumen Latinoamericano, 16 de junio de 2023
El bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955.
“Después ella se movió para irse. Fabricio la sostuvo fuerte del brazo, por encima del codo. Sentía la tela áspera del traje de tweed. Y entonces, en ese momento, los aviones empezaron a bombardear la plaza. Caían en picada y volvían a levantar y caían otra vez hacia la ciudad, rozando la Casa de Gobierno, ametrallando las calles. Una explosión extraña, sorda, se oyó en el borde de la Recova y el trole se quebró al recibir la bomba. La gente caía una sobre otra; se los veía por la ventanilla moverse y agitarse, lejanos, como suspendidos en el aire sucio. Los asientos vacíos arrancados. Una mujer abría y cerraba los brazos, gritaba, en silencio, del otro lado del vidrio. Todo sucedió en un instante. Elisa retrocedió, Fabricio no la soltó. La gente corría, el ruido era intermitente. Estaban sobre Paseo Colón, a resguardo. La arrastró hacia la Recova. El humo y los escombros ensombrecían el cielo. De golpe empezaron a sonar las sirenas de alarma. Recién en ese momento Fabricio supo lo que había venido a hacer.” (Del cuento Desagravio, de Ricardo Piglia).
Ahora se puede leer, se puede saber y se puede hablar, pero en ese momento ni siquiera el gobierno peronista se animó a mostrar escenas del bombardeo para no provocar represalias. Durante décadas se ocultaron. Fue el bautismo de fuego vergonzoso, en plan de acción terrorista, de la Fuerza Aérea y de la aviación aeronáutica. Hubo glorificación de los asesinos y silencio para las víctimas.
308 muertos, a los que debería sumarse “un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse, como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones”, según la investigación que hizo en 2010 el Archivo de la Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
De los más de treinta aviones que arrojaron trece toneladas de bombas aproximadamente, decía Gonzalo Chávez en su libro sobre los bombardeos: “El más perverso fue Carlos Enrique Carus quien tiró la última bomba y además arrojó los tanques suplementarios de combustibles sobre 30.000 trabajadores que estaban en la Plaza, para prenderles fuego”.
El informe del Archivo de la Memoria dice también que “entre las personas asesinadas fueron identificadas 111 activistas sindicales de la CGT, de las cuales 23 eran mujeres. También fueron identificados 6 niños y niñas muertos, el menor de ellos de 3 años. La mayoría de los muertos fueron argentinos, pero fueron también identificados 12 italianos, 5 españoles, 4 alemanes y 6 muertos de nacionalidades boliviana, chilena, estadounidense, paraguaya, rusa y yugoslava”.
Algunos nombres de los involucrados, algunos de ellos arrestados, por el mayor atentado terrorista de la historia argentina intervinieron en la vida política del país y muchos en la última dictadura. Los pilotos fugados a Uruguay fueron recibidos por Guillermo Suárez Mason, prófugo de la Justicia argentina desde su participación en el intento de golpe de 1951. Entre los pilotos y tripulantes de aviones estaba Máximo Rivero Kelly, quien luego fue acusado de delitos de lesa humanidad como jefe de la Base Almirante Zar de Trelew y de la Fuerza de Tareas 7 de la zona norte de Chubut; Horacio Estrada, jefe del grupo de tareas de la ESMA; Eduardo Invierno, jefe del servicio de Inteligencia Naval en la dictadura; Carlos Fraguio, jefe de la dirección general naval en 1976 con responsabilidad en los centros de detención como la ESMA y la escuela de suboficiales de la Marina; Carlos Carpintero, secretario de prensa de la Armada en 1976; Carlos Corti, su sucesor, y Alex Richmond, agregado naval en Asunción. De la Fuerza Aérea, Jorge Mones Ruiz, delegado de la dictadura en la SIDE de La Rioja y Osvaldo Andrés Cacciatore, futuro intendente de la ciudad de Buenos Aires. Los tres ayudantes del contraalmirante Aníbal Olivieri, ministro de Marina y jefe de la conspiración eran los capitanes de fragata Emilio Massera, Horacio Mayorga y Oscar Montes. Massera integró la primera de las Juntas Militares, a partir de 1976, Mayorga estuvo involucrado en la masacre de Trelew y Montes fue canciller de la dictadura. Lo que mostraron en esos años, lo fueron aplicando a lo largo de varias dictaduras con el beneplácito de una parte importante de empresarios y políticos.
Crecimos viendo los agujeros de metralla en los edificios que rodean la Plaza de Mayo. Pero misteriosamente había sido un bombardeo en el que más de 30 aviones arrojaron 13,5 toneladas de bombas sobre la población civil, además de ametrallarla, y nadie había visto imágenes de lo bombardeado. Seguramente habrá sido un bombardeo con la plaza vacía, se podía pensar. Porque todavía no se habían escrito cuentos y menos se había investigado o publicado y lo único que había era un boca a boca que cualquiera podía pensar que era exagerado.
Cuando en esos años posteriores a 1955 hablaban de la “Revolución Libertadora que había salvado a la Argentina de una tiranía”, se glorificaba a estos bombardeos y mostraban en la tele unos avioncitos dando vueltas en el cielo. Pero no mostraban lo que había pasado abajo. No mostraban el trolebús con los pasajeros destrozados, ni los autos incendiados con cuerpos sangrantes, ni los gritos de los heridos, ni la gente corriendo bajo la metralla.
Estos militares se autodefinían como republicanos y democráticos, odiaban a Perón, pero más odiaban a los peronistas. Porque el bombardeo a la población civil fue a conciencia, para amedrentar, para que los peronistas aprendieran a portarse como ovejas y agacharan la cabeza. Por eso Gonzalo Chávez dice en su libro que el más perverso de todos fue Carus, porque fue el último que sobrevoló la plaza, donde habían empezado a reunirse los obreros convocados por la CGT. El levantamiento ya había sido derrotado, los cabecillas habían huido a Uruguay, y a su avión se le había acabado la munición, pero decidió bombardear a los obreros con su tanque de combustible extra.
Hubo una generación que creció con muchas preguntas en la cabeza, con demasiadas paradojas entre dictaduras buenas y gobiernos populares malos.
El drama de las cientos de víctimas y sus familias, la enorme cobardía de esos aviadores y de sus jefes, fue tapada por la historia. Recién en 2008, la justicia determinó que se trató de delitos de lesa humanidad, pero el juez Rodolfo Canicoba Corral determinó que se había tratado de un “intento de magnicidio” y archivó la causa. Pasaron 68 años y esa masacre cobarde todavía se considera por algunos como “republicana y democrática”.
Fuente: Página 12
Presentación de libro: «Dialogan-dos», una conversación sobre la libertad, la angustia, la depresión y el amor
El Centro Cultural Borges del Ministerio de Cultura de la Nación organiza la presentación del libro Dialogan-dos. Libertad, angustia, depresión y amor sobre la mesa, de Emilio Rodríguez Ascurra y Fernando Otondo, que editó CICCUS. La publicación despliega el diálogo entre dos jóvenes, un filósofo y un psicólogo, sobre temas actuales y candentes: libertad, angustia, depresión y amor.
La presentación será el viernes 16 de junio a las 18h, en el Auditorio Alberto Williams del Centro Cultural, y acompañará a los autores la psicoanalista Ileana Fisher.
Dialogan-dos… permite detenerse por un rato para tomar un café junto a Emilio y Fernando. Una cálida y jugosa conversación entre un filósofo y un psicólogo sobre la libertad, angustia, depresión existencial y el amor. Un ambiente fresco, en medio de la urbe recrea el escenario perfecto para que estos dos jóvenes y curiosos profesionales, amantes de la comunicación, conversen y debatan.
Sobre los autores
Emilio Rodríguez Ascurra es licenciado en en Filosofía, con un posgrado en Gestión Cultural y Comunicación. Al mismo tiempo está Diplomado en Gestión Legislativa y Diplomado en Gobierno. Es coautor del libro El cristianismo en diálogo (PPC , 2016), y de varios artículos de divulgación académica. Docente universitario. Se ha desempeñado como conductor de TV y asesor.
Fernando Otondo es licenciado en Psicología. Tiene un posgrado en Práctica Psicoanalítica en adultos y en Sexología Clínica. Y está diplomado en Psicología laboral y organizacional. Realiza su tesis de Maestría en Psicoanálisis y participa de varios seminarios y congresos. Se ha desempeñado como conductor de radio.